omenzó la tregua en Palestina, pero seguirá el proceso de despojo de territorios y el omiso caso a los acuerdos de Naciones Unidas. Continuarán las condiciones infrahumanas de sobrevivencia física y emocional para familias, niñas y niños palestinos, y con todo eso seguirá su progresiva pérdida de identidad como pueblo y nación. Y todo esto, además, bombardeando ciudades a partir de la convicción –y no mucho más, como en el caso de la Associated Press– de que en los edificios de departamentos y en el subsuelo de ciertos hogares se esconde Hamas.
La enorme desproporción de fuerza y los efectos devastadores y masivos que se causan en la población palestina y, aunque notoriamente menos, también en la israelí, parecen justificarse porque, más allá de acabar al enemigo armado, están los objetivos de remoción en contra de un pueblo al que se considera inferior y necesariamente enemigo: por eso aun en tregua se le acorrala y despoja constantemente.
Evidentemente, el que esto –y otras situaciones semejantes– pueda ocurrir y continuar ocurriendo habla de lo esencialmente poco desarrollada que sigue siendo nuestra capacidad para reorganizar sociedades nacionales y mundial mucho más humanas y respetuosas de condiciones básicas.
Tropezamos hasta en el diseño de instituciones educativas. La manera como en ellas se estructura y actúa el poder –como lo demuestran las críticas al patriarcado– sigue siendo muy parecida a la de hace miles de años. Y esto ocurre pese a importantes cambios en la concepción misma de la sociedad y el individuo –en el Renacimiento, Revolución Francesa– y, por supuesto, pese al desarrollo científico y tecnológico. Los únicos cambios –notorios precisamente por ser escasos y de alcance limitado– han surgido de movimientos sociales revolucionarios. Estos son producto de la contradicción entre el escaso desarrollo de formas humanas (en el sentido de humanitarias), respetuosas y justas, por un lado y, por otro, los procesos de abundancia y acumulación privilegiada y excesiva no sólo de la riqueza, sino del bienestar planetario y por eso humano y social. Y éste incluye de manera principalísima la posibilidad concreta de ser actores plenos y no sólo espectadores de la historia.
Es lo que vemos en Palestina. Por un lado un país próspero por favorecido y cuidado (en este caso por Estados Unidos) y, por otro, una nación con la rodilla en el cuello. De ahí se genera tensión, conflicto y la necesidad de un cambio inmediato y drástico. Aun cambios importantes y aparentemente sencillos son difíciles de lograr.
Un ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas señala que hasta julio de 2019, había 193 países en la ONU y que de éstos 136 reconocían a Palestina como Estado. Pero México no. ( La Jornada 18/5/21). Dar ese reconocimiento nunca interesó a los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN, nunca estuvo en su horizonte por su esencia de derecha y porque sabían que al gobierno estadunidense eso no les entusiasmaba. Pero que ahora una de las naciones más importantes de América Latina diera este paso sería extraordinario.
Hacia adentro, porque se recuperaría para los y las mexicanas la historia de solidaridad que México ha construido con pueblos oprimidos. Y hacia afuera, porque México se actualizaría: con el ataque a Palestina creció la crítica a la ayuda de 3.8 mil millones de dólares que cada año Estados Unidos da a Israel en equipo militar, el mismo que utiliza luego contra palestinos, y también creció el apoyo a estos últimos. La ayuda se considera innecesaria (NBCNews “... Israel bombing shows why its U.S. military aid should end”) y hasta 63 por ciento de los miembros del Partido Demócrata están de acuerdo en suspenderla o reducirla. Pero además, algo histórico: surgieron nutridas manifestaciones en favor de Palestina en Los Ángeles; Boulder, Colorado; Miami; Philadelphia y Brooklyn, N.Y. (NBCNews “... level of pro-palestinan support”). ¿Por qué? Ayuda a responder Suzanne Simard, una botánica canadiense, que describe cómo el bosque vive de una densa red de raíces interconectadas que permite a los árboles sentir
y actuar como comunidad ( Finding the Mother Tree, 2021). De manera semejante, en la ecología humana ocurriría que los movimientos de minorías que viven el racismo más violento ahora se ven naturalmente ligados a la lucha por una Palestina libre (D. Brooks, La Jornada,21/5/21).
El hartazgo de sólo ver
existe también en las instituciones (especialmente escuelas y universidades) donde florecen poderes feudales. Como en la UAM, donde la ya inminente designación de un nuevo rector general se hará, vaticanamente, a puerta cerrada. La Junta Directiva no prevé que las/los aspirantes hablen ante la comunidad y que ésta haga luego comentarios y preguntas en general y respecto de su trayectoria de funcionarios o rectores de Unidad (como en el caso Xochimilco). Sólo podremos ver comunicados.
* UAM-Xochimilco