uién no quisiera revivir sus tiempos veinteañeros y volverse a enamorar como entonces? Esa es la ingeniosa premisa de La belle époque, segundo largometraje del cineasta francés y también actor Nicolas Bedos que, de alguna manera, es la versión low-tech de Oestelandia (Michael Crichton, 1973), pues trata de cómo una compañía parisina, llamada Viajeros del Tiempo, ofrece al usuario la posibilidad de situarlo vicariamente en cualquier época del pasado, con base en actores y sets. (De hecho, la película abre de manera engañosa, haciéndonos creer que estamos viendo un drama de época).
Ese es el costoso obsequio que recibe el desencantado sexagenario Victor (el siempre estimable Daniel Auteuil), un cartonista político desempleado que odia la vida moderna –no utiliza un celular, por ejemplo– y cuyo matrimonio con Marianne (Fannie Ardant) se encuentra en profunda crisis. Efectivamente, ella lo corre de su departamento, harta de su modo cascarrabias. Victor acepta el regalo de su hijo Maxime (Michaël Cohen) y escoge una fecha y un lugar fetiches en su vida: el 16 de mayo de 1974, en un bistró de Lyon. Es cuando conoció y se enamoró de Marianne.
El protagonista acepta el artificio de esa recreación y, vistiendo pantalones acampanados y toda la cosa, se dispone a revivir dicha instancia. Todo es dirigido detrás de un espejo de dos vistas por el temperamental Antoine (Guillaume Canet), que ejerce el privilegio de jugar a Dios en esa puesta en escena donde todo debe parecer auténtico: el vestuario, los diarios, los diálogos, la encantadora ingenuidad de la época. Antoine tiene otro problema: quien va a interpretar a Marianne en su juventud es Margot (Dora Tillier), su novia de quien se encuentra distanciado.
La belle époque juega con esos elementos para conseguir una disfrutable comedia romántica, un género que el cine francés de antaño solía desempeñar con singular eficacia. Victor se muestra fascinado por ese baño de nostalgia a la medida, pero a la vez comienza a sentir algo por Margot. ¿Es la evocación de su esposa lo que lo enamora, o es la personalidad y vivacidad de su intérprete? Antoine lo presiente y para desanimar a Victor, inventa otra falsa realidad sobre la vida de Margot.
Bedos aprovecha al máximo ese juego de espejos valiéndose de una pista sonora ad hoc (There’s Always Something There to Remind Me, canción referida, claro, al fetichismo del amor, entonada por Dionne Warwick), diálogos agudos y un reparto ideal. Y aunque no es parte esencial de la trama, se añade un personaje emotivo, el de Pierre (Pierre Arditi), un hombre mayor que utiliza el mismo bistró para encontrarse noche a noche con el intérprete de su padre y poder decirle lo que nunca pudo.
Como buena comedia romántica, La belle époque provoca que el espectador evoque su propia historia sentimental. No tendrá el beneficio de contar con una recreación tan fehaciente, pero se hundirá en la nostalgia reconfortante por un par de horas.
D y G: Nicolas Bedos/ F. en C: Nicolas Bolduc/ M: Nicolas Bedos, Anne-Sophie Versnaeyen/ Ed: Anny Ganché, Stéphane Garnier, Florence Vassault/ Con Daniel Auteuil, Guillaume Canet, Dora Tillier, Fannie Ardant, Pierre Arditi/ P: Les Films du Kiosque, Pathé, Orange Studio, France 2 Cinéma, Hugar Prod, Fils, Umedia. Francia, 2019.
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