uevamente arriban a las costas de Quintana Roo grandes cantidades de algas conocidas como sargazo. Su origen y los problemas que ocasionan los he analizado varias veces en este espacio. Afectan la extensa franja litoral del Caribe mexicano cuya actividad principal es el turismo de sol y playa. Aunque lo normal era que el sargazo arribara entre noviembre y marzo, este año lo hizo en abril.
Especialmente desde 2014 millones de turistas nacionales y extranjeros encontraron en esa franja litoral una enorme y pestilente alfombra de sargazo en vez de la arena blanca y el azul turquesa del mar. Cubría las playas de los municipios Benito Juárez, Puerto Morelos, Solidaridad, Cozumel, Tulum y Othón P. Blanco. Además, las de la Reserva de la Biósfera Sian-Ka’an. Para remediar el problema, las instancias oficiales y el sector empresarial destinaron millones de pesos para removerlo, manejarlo lo mejor posible y encontrarle utilidad. Los centros de investigación marina, expertos y la ciudadanía, plantearon estrategias para evitar que llegara y, en caso contrario, utilizarlo productivamente: desde fabricar calzado, hasta tabiques. Pero como el sargazo llegó en pocas cantidades en 2020, se olvidaron de él, pese a que varios científicos advirtieron que sería por mucho tiempo un visitante nada grato debido al calentamiento global.
Este año su presencia no encendió las alarmas de los sectores privado y público. En muy buena parte porque la crisis que el Covid-19 trajo al sector turístico no debe agravarse con malas noticias. Y menos para quienes visitan la entidad luego de soportar un virtual encierro por el virus.
Otro gran problema se suma al del sargazo y la baja en el turismo: la amenaza de que poderosos intereses hoteleros construyan en áreas donde arriban las tortugas, especies protegidas por la ley. Construyen gracias a los permisos otorgados por instancias locales y federales que así echan por tierra la promesa gubernamental de lograr que las actividades económicas se concreten sin destruir la naturaleza.
Un caso significativo data de hace más de 30 años y muestra cómo la lucha de los grupos ciudadanos logró impedir que el consorcio español Sol Meliá, construyera cinco hoteles con mil 453 cuartos en Xcacel-Xcacelito, dos de las más bellas playas ubicadas en los 120 kilómetros de la franja litoral que hay de Cancún a Tulum: la Riviera Maya. Todos los demás lugares están en poder de grandes intereses financieros, algunos de sospechosa procedencia. Esa lucha sigue y la encabezan, entre otros, el Grupo Ecologista del Mayab (Gema), que preside Araceli Domínguez, y Moce Yax Cuxtal, de Laura Patiño, Guadalupe de la Rosa y el científico Julio Zurita.
Xcacel-Xcacelito sobresalen como refugio y anidación de las tortugas blanca ( Chelonia mydas) y caguama ( Caretta caretta). Allí las tortugas desovan con seguridad, pues no hay perturbación de luces ni gente caminando en la playa. Y son desde hace 40 años centro de investigación y de educación ambiental. Colinda con Xcacel, otro sitio adonde llega la Blanca Chemuyil. Aquí ya destruyeron la costa amenazando la conservación de su vecina. Cabe agregar que en Quintana Roo se localizan los sitios más importantes de anidación de ambas especies.
Ante los intentos de ciertas instancias oficiales de permitir que complejos hoteleros se instalen en estos lugares privilegiados o en aledaños, diversas agrupaciones ecologistas, académicos y ciudadanos, están pidiendo al gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, que se amplíe el polígono del Santuario de la Tortuga Marina de Xcacel- Xcacelito hasta la autopista Cancún-Tulum, e incluyan las forestales colindantes, pues cuentan con gran biodiversidad y son zonas de amortiguamiento. Se evitaría así que el poder económico acabe con estas áreas naturales privilegiadas, como lo hicieron en otros sitios.
Gracias a la lucha ciudadana, Xcacel-Xcacelito todavía son íconos de la conservación en Quintana Roo. Así deben seguir, junto con Chemuyil. El Caribe mexicano todavía destaca por su enorme belleza, pero la rompen la sucesión de grandes complejos hoteleros, permitidos sin considerar la más mínima idea de sustentabilidad. Es el momento de cambiar ese modelo depredador. Por ello las organizaciones sociales y ambientales piden apoyo, solidaridad, vía la plataforma www.Change.org/salvemosxcacel. Ya cuenta con más de medio millón de firmantes.