Sábado 25 de abril de 2020, p. 30
En plena fase tres de la contingencia sanitaria, el transporte público concesionado es un foco latente de contagio, ya que hay una gran resistencia entre usuarios a acatar las disposiciones de sana distancia y uso de cubrebocas, mientras los operadores tampoco lo exigen, por lo que en horas de alta demanda saturan sus unidades ante la presión de sacar la cuota diaria para el permisionario, el combustible y su sueldo.
En un recorrido por el paradero del Metro Pantitlán, se observó que los minibuses con cupo para 20 pasajeros –que tras un operativo de la Secretaría de Movilidad, el Órgano Regulador de Transporte y el Instituto de Verificación Administrativa que el pasado jueves permitía salir con un máximo de 13 pasajeros– llegaban a descender hasta 19, y más de una tercera parte no portaba cubrebocas.
En tanto, el cierre de varias estaciones del Sistema de Transporte Colectivo con el fin de disminuir el tiempo de recorrido en las 11 líneas, generó sorpresa entre usuarios que dijeron desconocer la medida y que debieron modificar sus rutas para llegar a sus destinos u ocupar transportes alternos.
Pasada la hora de mayor demanda, a las 9 de la mañana la afluencia de usuarios en ese complejo donde confluyen cuatro líneas del Metro, disminuyó la frecuencia de llegadas y salidas; de igual forma, muchos pasajeros no portaban cubrebocas ni ocupaban asientos en forma espaciada.
Por ejemplo, una combi de la ruta 39 que salió rumbo al barrio Pescadores, en Chimalhuacán, estado de México, con capacidad para 11 pasajeros, llevaba nueve, en tanto, un chimeco para 43 pasajeros salió con 23.
Un operador de la empresa Servicios Aviación y Colonias del ex Vaso de Texcoco explicó que con la disminución del pasaje por la pandemia deben reunir al día 400 pesos para el combustible y 350 de la cuenta para el dueño, con lo que sacan de 80 a 100 pesos para ellos.
En tanto, personal contratado por la administración del Cetram, rocía desinfectantes en las unidades. Con equipo de protección, tres empleados recorren los andadores, aunque sólo de 9 a 14 horas aplican la solución dentro de las unidades, con una meta de 200 cada uno.
En cuanto al cierre de estaciones, se constató baja afluencia en algunas: por ejemplo en Obrera, de la línea 8, no se observó que una sola persona pretendiera ingresar, aunque quienes descendían antes, en Doctores y usualmente bajaban en la primera, debían recorrer casi 15 cuadras.
En la estación Lázaro Cárdenas, de la línea 9, el cierre tomó por sorpresa a Rodrigo Vázquez, quien pretendía abordar para dirigirse a Centro Médico y de allí transbordar hacia Hospital General para hacer una compra en una farmacias especializada, y aunque dijo que tenía la opción de tomar el autobús que circula por Baja California, al final caminó.
Lo mismo ocurrió con Carlos Enríquez, supervisor de una compañía de limpieza en Portales: al pretender ingresar con su esposa en la estación Eje Central, de la línea 12, para llegar a Zapata y transbordar a la 3 para ir a Guerrero, donde vive, tuvo como alternativa el trolebús hasta Bellas Artes y transbordar en Hidalgo.