Larga ovación de colegas y amigos, así como un goya, marcó el adiós al investigador emérito de la UNAM
Miércoles 9 de octubre de 2019, p. 6
Con una larga ovación y un goya que provocó lágrimas en varios colegas y amigos, se rindió un homenaje, a manera de despedida, ayer, en su alma mater, al historiador Miguel León Portilla, fallecido hace una semana.
La Sala Nezahualcóyotl fue el escenario del solemne acto en el que estuvieron presentes ex rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y discípulos del experto en filosofía náhuatl, quienes se comprometieron a seguir difundiendo el enorme legado de quien ‘‘devolvió la voz a quienes se les arrebató”: los pueblos indígenas de ayer y hoy. Sobre todo, emocionaron las palabras del propio León-Portilla, que los presentes recordaron desde un video en el que el gran tlamatini (hombre sabio, en náhuatl) dijo: ‘‘los universitarios tenemos la gran misión de servir a México, no lo olvidemos”.
Llevarlo en la memoria
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma dedicó emotivas palabras a su amigo: ‘‘hoy te puedo decir, querido Miguel, que nos has enseñado a pensar, a luchar, a convivir, y es por eso que te llevamos en la memoria. Después de nosotros vendrán nuevas generaciones que tendrán oportunidad de conocerte por medio de tu legado. Nos enseñaste a través de tus libros cómo el hombre prehispánico tenía su propia manera de concebir un universo en constante movimiento, expresado por medio de sus ritos y cantos ancestrales, los cuales analizaste con pasión para llegar a las profundidades de los mismos, descifraste los arcanos del pensamiento de los antiguos sabios. Ante las dudas de algunos necios, en el sentido de que no existía una filosofía náhuatl, supiste darle sentido a las antiguas palabras, a los huehuetlatolli que encerraban una visión estructurada del universo y sacaste así del olvido la sabiduría de los viejos sabios.
‘‘Supiste darle voz a quienes les había sido arrebatada, la voz del indígena que sufrió en carne propia la conquista, que puedo expresar su dolor de ver cómo le quitaban a sus viejos dioses y les imponían dioses ajenos, también de verse convertidos en mano de obra explotada y sujeto a un destino diferente al que sus dioses le depararon.”
El director del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, Mario Humberto Ruz Sosa, dijo que León-Portilla ‘‘no se ahorró abordar las veleidades del cuerpo. En su último libro, Erótica náhuatl, se permitió exhibir, con buen gusto pero sin tapujos, las desnudeces de hombres y mujeres, la auténtica epifanía del otro en su mortalidad corpórea. Qué mejor manera de recordar su sempiterna sonrisa”.
Ana Carolina Ibarra, directora del Instituto de Investigaciones Históricas, resaltó que su colega nunca frenó ‘‘su capacidad inquisitiva para legarnos una obra de proporciones asombrosas”. Coincidió en que Erótica náhuatl ‘‘es testimonio de la alegría y vitalidad” que caracterizaron los últimos años del investigador.
Francisco Morales Baranda, discípulo de León-Portilla, leyó en náhuatl el poema de su maestro Cuando muere una lengua. Luego de una presentación musical, también en esa lengua, continuaron los discurso en honor a la ‘‘leyenda viviente”, como lo nombró Vicente Quirarte, de la junta de gobierno de la UNAM.
El autor de Visión de los vencidos, continuó el académico, ‘‘fue siempre un inconforme. Su voz se levantó en todo momento para denunciar o defender, por eso nos hace falta su autoridad moral y tenemos la obligación de continuar su herencia”.
Mercedes de la Garza, investigadora emérita de la UNAM, reiteró que la preocupación del homenajeado por reivindicar a ‘‘los pueblos originarios que habitan aún en el país se manifestó en múltiples acciones, desde su profunda conciencia histórica, respeto y admiración por esos hombres”.
El rector Enrique Graue cerró el homenaje al ‘‘humanista multifacético, un hombre entrañable y generoso con sus saberes. Seguirá guiando a muchas generaciones”. Además de su viuda, la investigadora Ascensión Hernández Triviño, asistieron de invitados especiales los ex rectores Guillermo Soberón, José Sarukhán, José Narro, Octavio Rivero y Francisco Barnés.