Sábado 3 de agosto de 2019, p. 19
Colonia. Las palabras derretirían un corazón de piedra, pero no los que pertenecían a esos torturadores de la Gestapo que estaban en el piso de arriba. Los prisioneros escribieron sus historias, sus poemas, sus lamentos en las paredes de sus celdas antes de ser ejecutados, y los mensajes aún pueden leerse en el sótano de los cuarteles de la antigua policía secreta en Colonia.
Pasé horas leyendo los nombres y los testimonios. En una de las celdas están escritas estas líneas, en ruso, de una joven condenada a muerte. Aparentemente era una trabajadora esclava de Colonia que se unió a un movimiento de resistencia en 1944.
“Aquí estuvo bajo custodia Vallja Baran, quien fue traicionada por sus propios compatriotas rusos. Mi marido y yo estuvimos presos en una celda… enfrentaremos la horca, mi único pesar es estar separada ahora de mi querido esposo y de todo el mundo. ¡Ay, muchachas! ¿porqué nuestra juventud es un error tan grande? Ahora tengo 18 años, estoy embarazada y quisiera poder ver a mi primer hijo. Bueno, esto no será posible, voy a morir.”