He visto cosas que ustedes, gente, no creerían. Naves de ataque ardiendo junto al hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir.
ara muchos de nosotros, fans de la ciencia ficción, admiradores incondicionales de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), este es el monólogo más memorable en la historia del cine. Sí, se oye mejor en su versión original en inglés que leído en castellano, pero nunca está de más recordarlo, en cualquiera de sus presentaciones. Quien lo dice, casi al final de la ejemplar película de Scott, es Roy Batty, un replicante modelo Nexus 6, lo más avanzado de su tiempo en inteligencia artificial y ciertamente, como lo dice el lema de la Corporación Tyrell que lo diseñó y fabricó, ‘‘más humano que lo humano”. Roy Batty fue personificado en Blade Runner por el gran actor holandés Rutger Hauer, en el rol más notorio y notable de su destacada carrera cinematográfica. Nacido en Breukelen en 1944, Hauer murió en Beetsterzwaag el pasado 19 de julio; no deja de tener un poco de justicia poética el que Hauer haya muerto en 2019, precisamente el año en que su alter ego Batty muere en Blade Runner.
¿Qué tanto más humano que lo humano fue Roy Batty? Mucho. Después de escapar de su trabajo como esclavo high-tech de alguna colonia espacial, este fuerte, sabio pero atribulado Nexus 6 vuelve a la tierra para cumplir dos deseos con los que cualquiera de nosotros (menos humanos que lo humano) puede empatizar: conocer a su padre y pedirle que le dé más vida. Pero a Roy Batty se le acaba, literalmente, el tiempo, y muere en el techo del Edificio Bradbury de Los Ángeles después de decir aquellas imborrables palabras y preservar la vida de una paloma y de un golpeado y estupefacto Rick Deckard, el Blade Runner encargado de perseguirlo y ‘‘retirarlo”. Se me ocurren tres posibilidades para rendir un justo homenaje póstumo a Rutger Hauer/Roy Batty.
La primera, aprender de memoria su legendario monólogo y repetirlo una y otra vez, a la menor provocación. La segunda, revisitar Blade Runner las veces que sea necesario y seguir descubriendo las muchas maravillas cinematográficas que ofrece al fan atento. Y la tercera, que no es cosa menor, conocer y/o volver a escuchar, también repetidamente, los soundtracks del filme con la espléndida música de Evangelos Odysseas Papathanassiou, alias Vangelis.
¿Soundtracks, en plural? Sí, porque son dos, y tienen una historia muy complicada. Dícese que Vangelis y Ridley Scott tuvieron serias desavenencias sobre el asunto del lanzamiento del soundtrack de Blade Runner, lo que dio como resultado, primero, la aparición en 1982 de una especie de fake soundtrack formado por arreglos diversos sobre la música original del músico griego. Mientras no estuvo disponible el original, éste no estaba del todo mal… pero no era lo mismo. Después de muchos dimes y diretes, y muchos años, finalmente se publicó en 1994 la música de Vangelis para Blade Runner. Velozmente, el fake soundtrack pasó a un plano muy secundario, como mera referencia.
A falta de espacio para reseñar todas las diferencias entre una y otra versión (siempre en favor del segundo lanzamiento), baste decir que la versión original contiene cuatro tracks más que la otra, y que entre las necesarias adiciones hay una especialmente destacada: es el track nueve, titulado Tales of the Future. En él se escucha, sustentada por una compleja textura de música electrónica de Vangelis, de elusivo sabor oriental, la inconfundible voz de Demis Roussos (aquel robusto y barbado cantante heleno que fue el vocalista del grupo Aphrodite’s Child fundado por Vangelis) cantando extrañas e hipnóticas melodías en un idioma inexistente.
Sin duda, una de las músicas cinematográficas más inquietantes y misteriosas jamás inventadas. Y a propósito de invenciones, se dice que Rutger Hauer inventó e improvisó sobre la marcha las épicas y nostálgicas palabras que le dieron fama imperecedera a su Nexus 6. El monólogo es el último track del CD. Godspeed, Roy.