Domingo 9 de junio de 2019, p. a14
Qué es un futbolista cuando se retira. La nostalgia de miles que se emocionaron en sus mejores años. Pero qué son esas personas que dejaron de ser aquello para lo que vivieron. Hoy fueron emoción pura, La actualización de un sueño que dejaron en pausa. Eso, pero con varios kilos de más y canas o calvicie.
En el duelo de leyendas entre Chivas y América en el estadio Azul, los veteranos empataron 1-1.
Al presentarlos, las gradas, con unos 10 mil asistentes, se encendieron, quizás con la misma emoción que en las nostálgicas memorias de los jugadores. Algunos recibidos con aplausos discretos, otros con ovaciones como si hubieran ganado un campeonato. Bofo Bautista como un inolvidable. Cuauhtémoc Blanco como el último ídolo popular del futbol mexicano.
Un duelo de jubilados cuando no hay Liga Mx, ni ligas europeas ni nada. Un momento idóneo para revivir el estadio Azul.
Desde el inicio los comandantes asumieron su protagonismo, del lado rojiblanco el Bofo parecía que quería ser redescubierto. Se acompañaba de Ramón Ramírez, Chava Carmona, Héctor Reynoso y Ramón Morales, entre otros.
El gobernador de Morelos, mejor conocido como el Cuau, dirigió con buen toque de pie, pero con la lentitud de los años y una barriga discreta. Zague y Matías Vuoso lo respaldaban y atrás Germán Villa.
Chivas presionó y tuvo varias oportunidades. Un fogonazo inesperado a los 15 minutos, la pelota en lo botines del Cuau y el toque mágico, fue a dar con mimo y gracia para Vuoso, quien desde la izquierda mandó una elipse al ángulo que Matute García no pudo evitar.
Las barras atizaron a sus equipos y la emoción subió de voltaje. Tanto que Bofo e Isaac Terrazas empezaron a picarse como si estuviera en juego algo más. Se manotearon y Armando Archundia acudió a tranquilizarlos.
Poco antes de terminar el primer tiempo Terrazas tocó con la mano una pelota que estaba por entrar al arco. El árbitro no dudó en marcar penal. En Chivas discutían quién cobraría el tiro y al final se impuso la cabeza afeitada del Bofo. Tranquilo, como siempre, sin correr, como siempre, apuntó y al centro con estupendo toque para el empate.
En la segunda parte todo fue más lento. A estas alturas nadie podía llegar a tiempo a los centros y cualquier trazo se volvía largo. Bajó la temperatura, no hubo más goles y silbaron el final. Se abrazaron como se hace no al final de un partido, sino de una cascarita.