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Con la fotografía digital se ha perdido capacidad de reflexión: Rodrigo Moya

Ha achatado el mundo de quienes lo usan, se han vuelto mediocres, lamenta el artista de la lente

 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de mayo de 2019, p. 4

De mi archivo fotográfico se podrían hacer varios libros que suman los reportajes, las órdenes de trabajo y mi visión personal, en gran parte inédito todo, expresó Rodrigo Moya (1934) a La Jornada, diario al que ha facilitado, para su publicación, material desconocido.

En vísperas de la inauguración hoy de Rodrigo Moya. México/Escenas, exposición de 112 piezas en el Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA), el ahora ex fotógrafo, según sus propias palabras (estuvo activo de 1955 a 1968), aseguró que para la organización de su archivo de decenas de cientos de negativos, ubicado en Cuernavaca, tiene en mente a los investigadores que lo visitan para que encuentren con facilidad las imágenes que buscan.

La noche del martes, Moya charló con Laura González-Flores, curadora del proyecto Rodrigo Moya. México, originado en el poblano Museo Amparo. El artista –que ahora se define como poeta, cuentista, comunista y bohemio en general, al decir de Miguel Fernández, director del MPBA– contestó las preguntas de González-Flores, quien puso en duda que ya no haga fotos: Aunque a lo mejor ya no las toma; sin embargo, realiza una parte de igual relevancia, que es construir la imagen, cuadrarla, decir qué parte es la que quiere ampliar para lograr las copias incluidas en la muestra.

¿Cuál es la intención detrás de la selección de esas copias?: la búsqueda de la perfección. Estudié el bachillerato de ciencias, después entré a la Facultad de Ingeniería, donde no pude con las matemáticas, entonces pasé a la fotografía. Tengo un cierto prurito por hacer las cosas lo más exactamente posible. En esas copias trato de seguir, por una parte, las enseñanzas del maestro que tuve, que me ayudó a salir del hoyo en que me encontraba a los 19 o 20 años, como un tronado más de la facultad, sin saber qué hacer en la vida. Aprendí a ser como él, un exacto en todo.

Por otra parte, Moya aconsejó a los jóvenes fotógrafos seguir los manuales de los fabricantes, porque dicen cómo hacer las cosas bien. En el copiado de fotos, continuó, hay una interpretación personal en la gama de grises. Soy un fotógrafo a la antigua, sigo haciendo fotos en papel plata gelatina y me preocupa mucho la calidad tonal. Todo eso ahora se hace con Photoshop. En la técnica que aprendí era la proyección directa del negativo, una especie de Photoshop primitivo. Es componer la fotografía con un aparatito, es una técnica que se ha olvidado.

Foto
▲ En la sala Paul Westheim del Palacio de Bellas Artes se exhibe una imagen de la desaparecida estación de ferrocarriles de Buenavista en la Ciudad de México.Foto Jesús Villaseca

Siguió: La foto que ejercí era una interpretación sobre la vida, trataba de mantener sus valores humanistas y, por otra parte, trasladarlos a una fotografía lo más fiel posible a mi visión de lo que había pasado ante mis ojos. Busco que las fotos gusten a las personas, que vean una copia bien hecha, perfecta. La finalidad de una fotografía es imprimirla, no como en lo digital, cuyas fotos no tienen destino.

Aseguró que con la fotografía digital las personas han perdido capacidad de reflexión por la facilidad y frivolidad, hasta cierto punto, que la rodea. Ha achatado el mundo de quienes lo usan, ha bajado su calidad. Se han vuelto fotógrafos mediocres. Hay un abismo entre lo que tomaban antes y lo que toman ahora.

La exposición en el MPBA se divide en dos conjuntos. En el apartado Ciudad/persona, montado en la sala Paul Westheim, se incluye una copia del libro México, de Salvador Novo, para el que Moya realizó las fotografías. “Me contrató la editorial Destino de Barcelona. Empecé a trabajar sobre la Ciudad de México con el afán de apegarme al libro. Tuve tratos con Novo; sin embargo, tuve problemas cuando comencé a meter personas que no le interesaban. Me dijo: ‘No quiero mugrosos en mi libro’. Hubo una ruptura; no obstante, traté directamente con la editorial, que me ayudó a meter algunas fotos que Salvador había eliminado. También borró del prólogo una parte en que había escrito sobre mí de manera extensa y elogiosa. Sin embargo, la solapa la hizo la editorial”. El segundo apartado es Ciudad/cultura.