rimero, las buenas noticias. Ningún representante del cine estadunidense, es decir ni Quentin Tarantino, ni Terrence Malick –previos ganadores de la Palma de Oro– ni el canadiense Xavier Dolan obtuvieron premio alguno en esta edición. Como decía en mi nota de ayer, tantos realizadores de prestigio en el jurado tenían que mostrarse sensatos. La ganadora Gisaengchung (Parásito), del sudcoreano Bong Joon Ho, una rabiosa sátira social, fue sin duda la película mejor realizada del certamen y es la segunda vez al hilo que el cine asiático triunfa en Cannes (según se recordará, el año pasado fue la japonesa Un asunto de familia de Hirokazu Kore-eda).
También es cierto que el jurado presidido por Alejandro González Iñárritu se vio algo complaciente y repartió premios como en tómbola. Hasta se otorgó una mención especial para la pequeñita It Must Be Heaven (Debe ser el paraíso), del palestino Elia Suleiman, y se dieron dos premios del jurado, en ex aequo para la francesa Les misérables, de Ladj Ly, y la brasileña Bacurau, de Kleber Mendonca Filho y Juliano Dornelles, ambas exhibidas el primer día de la competencia. También se pusieron benévolos al galardonar nada menos que con el Grand Prix a la franco-senegalesa Atlantique, bienintencionada realización de Maty Diop, pero no muy lograda.
También discutible, aunque comprensible fue el premio a la mejor dirección para los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne por Le jeune Ahmed (El joven Ahmed), de seguro su esfuerzo más débil a la fecha. Fue más bien un reconocimiento a una trayectoria estimable, si bien se podría haber hecho lo mismo con el británico Ken Loach o el italiano Marco Bellocchio. Y que alguien me explique por favor por qué el premio de mejor actuación femenina fue para la británica Emily Beecham, por su papel protagónico en Little Joe. ¿Será por su buena imitación de un robot?
Quien otra vez se quedó con las ganas de llevarse la Palma de Oro fue el español Pedro Almodóvar, cuando parecía que la tenía segura por Dolor y gloria. En cambio, el premiado fue su actor protagónico, Antonio Banderas, cosa justa porque seguramente se trata de la mejor interpretación de su carrera.
No fue de mis títulos favoritos, pero la crítica internacional favorecía también a Portrait de la jeune fille en feu (Retrato de la joven chica en llamas), de la francesa Céline Sciamma, que acabó llevándose el premio al mejor guion, nada más. (Cuando sus aciertos fueron más bien visuales).
Si siguen prestando atención, la Cámara de Oro fue para la película guatemalteca Nuestras madres, de César Díaz, presentada en la Semana de la Crítica. Y la Palma de Oro al mejor cortometraje fue para La distancia entre el cielo y nosotros, del griego Vasilis Kekatos.
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