l 20 de mayo se presentó un nuevo Plan de Desarrollo Integral, para la región, en este caso elaborado por la Cepal, que tiene como objetivo fundamental paliar el flujo migratorio de tres países centroamericanos: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Otros planes han sido barridos por la historia, como el Plan Puebla Panamá, la Iniciativa Mérida, el Plan Frontera Sur y el Plan Alianza para la Prosperidad. Encontrar la solución al desarrollo, que propicie mejores condiciones de vida y mitigue la pobreza, violencia y migración, parece ser un objetivo difícil de alcanzar.
El Plan de la Cepal, algunos lo han llamado Plan Marshall
, se orienta a solucionar los problemas de tres países del norte de Centroamérica, con la intervención de México y supuestamente de Estados Unidos. Está diseñado como un Plan de desarrollo integral
que debe llevarse a partir de un diagnóstico de la región, la detección de áreas de oportunidad y recomendaciones específicas, en su mayoría de tipo económico.
Para empezar, habría que señalar que la propuesta tiene como sustrato, o un tufillo, que evoca al Plan de Alianza para la Prosperidad, diseñado por Estados Unidos para el llamado Triángulo Norte
. Enfocarse exclusivamente en estos tres países y dejar fuera a otros cuatro: Belice, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, parece ser una solución que tiene muy poco de integral y menos aún de regional.
México no puede eludir la realidad de ser vecino de Belice, país que enfrenta problemas similares a sus vecinos. Excluir a Nicaragua, tampoco resulta afortunado, la familia Ortega no es eterna y los problemas de ese país afectan a toda la región. Tampoco conviene excluir a los países del sur de Centroamérica, que en la práctica son parte de la solución, al ser polos de desarrollo y receptores de migrantes de los países vecinos.
El sino de Centroamérica parece ser la constante y fatídica exclusión entre unos y otros. Históricamente las colonias (Belice y Panamá), fueron excluidas del imaginario centroamericano. Finalmente, después de múltiples intentos de integrarse o federarse, se agruparon en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA-1991) que incluye a los siete países del Istmo y a un llanero solitario del Caribe: República Dominicana, que no se lleva con su vecino Haití y se le dificulta hacer convenios con sus otros vecinos hispanos: Puerto Rico y Cuba.
A diferencia del ajedrez caribeño, el centroamericano cuenta con vecindad territorial, cultural y lingüística, lo que sin duda debería ser considerado como un área de oportunidad
. Para construir un nuevo espacio económico de integración comercial, productiva, energética y logística
como pretende la Cepal, no se puede partir de exclusiones, como las del llamado Triángulo Norte, que sólo se destaca por la pobreza, violencia, impunidad y migración.
Pero el problema no está en la Cepal, que finalmente tiene un contrato y un mandato específico, de centrar su diagnóstico y propuestas únicamente en los tres países señalados. Ya hizo suficiente con dejar de lado el estigma y calificativo de Triángulo Norte
. De hecho las propuestas de interconexión eléctrica, digital, comercial y de gasoductos se proponen para toda la región, sin exclusiones. Es uno de lo puntos que hay que leer, entre líneas, en la propuesta de la Cepal.
También habría que evaluar la posición que asume México como promotor del plan. Sin duda tiene mejores indicadores en cuanto a salud, educación e infraestructura. Pero México queda muy mal parado al tener el peor salario mínimo de la región y sólo supera a Honduras en cuanto a ingreso medio de los trabajadores. Esa es nuestra triste realidad. Ni siquiera formalmente podemos competir en salarios e ingresos medios con estos tres países, mucho menos con Estados Unidos.
Los números fríos, más bien gélidos, que ofrece el diagnóstico de la Cepal, en cuanto al comparativo de salarios e ingresos, nos coloca como un país muy poco atractivo para la inmigración. Lo que es una verdad histórica.
Los motivos o causas de la migración de estos tres países son mayoritariamente económicos: falta de empleo , ingresos bajos y malas condiciones de trabajo (más de 85 por ciento en promedio). La violencia y la inseguridad, como causa de la migración, representa 16 por ciento en el caso de El Salvador, 3.3 por ciento en el caso Guatemala y 2.1 por ciento en el caso de Honduras. De igual modo los motivos familiares (separación, reunificación y violencia familiar) son importantes en el caso de El Salvador (9 por ciento) y menores en los casos de Guatemala (3.3 por ciento) y Honduras (2.1 por ciento).
En síntesis, la complejidad del fenómeno migratorio radica en El Salvador, que ya tiene a más de 25 por ciento de su población radicando fuera y que tiene serios problemas de violencia y motivos familiares relacionados para emigrar. A lo que hay que añadir que está en un callejón sin salida, por haber optado por la dolarización.
Pero la coyuntura actual la domina el caso de Honduras por su migración explosiva y en caravana (83 por ciento) a la que se suman Guatemala, Honduras y otros países como Cuba y Haití que han vuelto a resurgir. Valdría la pena pensar, discutir y evaluar esta propuesta pensando en el corto, mediano y largo plazos.