l sorpresivo anuncio de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner de su fórmula para las elecciones de octubre, irrumpió como un misil en la tranquilidad del sábado bonaerense, hizo cimbrar el espectro noticioso local e internacional. No sólo despejó la interrogante sobre su candidatura, en parte una obviedad desde el telúrico lanzamiento de su libro Sinceramente nueve días antes, por su magnitud de ventas y onda política expansiva, suceso inédito en la historia editorial argentina. También sorprendió a propios y extraños no sólo el colocar a la cabeza del dúo electoral a otra persona y ella de segunda, sino que haya sido Alberto Fernández. Aunque el jefe de gabinete de la presidencia con Néstor Kirchner y luego con Cristina, Fernández abandonó el gobierno de la mandataria en 2008 y posteriormente pasaron 10 años sin hablarse, durante todo ese tiempo fue muy crítico con la gestión de su antigua jefa.
El anuncio de Cristina, la única gran líder popular de su país, en un vibrante video que hace historia por varias razones, replanteó todo el tablero de las fuerzas políticas con vista a los comicios de octubre, dejó descolocado al presidente Mauricio Macri, el más perjudicado por la medida, y puso la iniciativa política en manos de la ex mandataria, a pesar del teatro judicial montado contra ella por el gobierno y el tóxico monopolio de medios de Grupo Clarín, aliados a un grupo de jueces conservadores y venales. Uno de los problemas para Macri, para su alquimista electoral Durán Barba y demás asesores es cómo sostener una campaña concebida para polarizar intensamente con Cristina, contra un personaje como Alberto Fernández, que no participó en muchos de los actos del gobierno K más detestados por la derecha y que se caracteriza por su estilo no confrontacional y dialogante. Cómo evitar que sus propios partidarios y, en especial, sus aliados radicales presionen ahora al jefe del Ejecutivo a ceder su candidatura presidencial, que no levanta, a probablemente su íntima, socia y mejor posicionada en las encuestas María Eugenia Vidal.
Toca al nuevo candidato a presidente forjar la alianza con el kirchnerismo del máximo posible de fuerzas peronistas no kirchneristas, labor que él y Cristina venían realizando desde que se rencontraron, pero para la que él está mejor preparado. De hecho, no hizo más que conocerse la noticia y varios gobernadores del justicialismo respaldaron la fórmula, mientras figuras importantes de la fuerza deponían sus aspiraciones presidenciales y era evidente el acercamiento del aspirante presidencial Sergio Massa, el más descafeinado peronista pero políticamente importante, no sólo en una alianza electoral, sino en el gobierno, donde al parecer lo quieren Cristina y Alberto.
El mensaje de Cristina es poderoso. Antes que yo, la causa –el pueblo, la patria–, la combinación y la estrategia que más favorezcan a los intereses populares. En tiempos nuevos, hacer volar el pensamiento y romper esquemas. Ella ha venido elaborando con sus allegados un diagnóstico de la trágica situación económica, política, social, cultural y moral de la nación, que Macri dejará hecha trizas. El agujero financiero con el que lidiaría el dúo Fernández es de una entidad mucho más grave que cuando ella y Néstor llegaron a reconstruir y poner en pie las cadenas productivas y la economía destrozadas por dos décadas de neoliberalismo y la crisis de 2001. Por eso Cristina subraya en su mensaje que no se trata sólo de ganar elecciones, sino de crear una agrupación de fuerzas populares y aliadas tan potente que sea capaz de gobernar en ese cuadro. Mediante un nuevo contrato social de los argentinos, propone su libro, sentar las bases que permitan pagar la gigantesca deuda contraída por Macri con el Fondo Monetario Internacional y, a la vez, reindustrializar, crear puestos de trabajo, elevar los salarios, hacer justicia social universal y fortalecer la soberanía, sello de los tres gobiernos kirchneristas. Es evidente que los empresarios son imprescindibles en esa perspectiva, sobre todo los pequeños y medianos, pero también todos cuantos estén dispuestos a participar. Se trata de una coalición de salvación nacional, en la que se abrirán todas las puertas posibles y hasta las imposibles, desprendo del mensaje de Cristina y los primeros pronunciamientos de Alberto.
En el kirchnerismo hay compañeros preocupados por la fuerza que la derecha pueda ganar en una alianza tan amplia. Es comprensible, pero solucionar los graves problemas de este mundo exige alianzas muy heterodoxas y riesgosas. Se habla de crisis humanitaria en Venezuela, bajo cruel guerra económica, y resulta que todos nuestros países gobernados por el neoliberalismo están en escandalosa emergencia humanitaria. Sólo que no hay campañas mediáticas para denunciarlo sino para meter la basura bajo la alfombra. No hay más que mirar cómo le dejaron México a AMLO. Día muy prometedor para nuestra América si venciera en Argentina la fórmula Fernández-Fernández.
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