No todo es por fama y dinero
Cuando estoy sobre el ring, además de orgullo y ego, hay deseo de hacer historia, afirma
Domingo 12 de mayo de 2019, p. a11
Todo empezó con una promesa. Juan Francisco Gallo Estrada estaba en el funeral de su tía, a quien llamaba mamá Lupe, la mujer que lo crió tras la muerte de sus padres cuando era niño. Le dijo que algún día sería campeón del mundo y volvería para colocar su cinturón sobre la tumba. Después de perder a su padre en un accidente de buceo, luego a su madre por una enfermedad, la muerte de quien cumplió el rol materno atropellada por un auto era el colofón de una vida marcada por la fatalidad.
Esa clase de promesas vibran en muchas biografías de boxeadores. Está la histórica que hizo el joven Mike Tyson para vengar la derrota de Muhammad Ali que le infligió Larry Holmes. A finales de los años 80, el hombre más feroz del cuadrilátero demolió a quien alguna vez venció al legendario Ali. La promesa fue el combustible de aquella victoria.
Jorge Travieso Arce también evoca una promesa ante su padre moribundo. Una suerte de negociación, en la que si el padre sobrevivía, se comprometía a llegar a campeón mundial. Ese empeño ha dicho que estuvo detrás de todos sus retos.
Gallo Estrada no olvidó la palabra empeñada. Fue a Macao para vencer al peligroso Brian Viloria y regresar con los cinturones de la AMB y OMB en peso mosca. Juan Hernández, promotor del flamante campeón, recuerda que volvieron apresurados desde Asia, sin descanso, directo a Puerto Peñasco, Sonora, para hacer la primera parada en el cementerio. Ahí, frente a la tumba de mamá Lupe, colocó las fajas en señal de ofrenda.
Esto lo recordaron al entregarle el cinturón en peso supermosca que ganó hace un par de semanas ante el tailandés Srisaket Sor Rungvisai. En un combate donde el Gallo lució inspirado, preciso y demoledor para llevarse sin atisbo de duda el título.
Al recordar la promesa que alguna vez lo llevó al primer campeonato del mundo, Estrada se quebró. Las palabras se le agolparon en la garganta para quedarse ahí. El joven que molió a uno de los mejores en peso supermosca no podía con su propia memoria.
Cuando se repuso habló de esas experiencia personales, profundas, que están detrás de un joven que surge de la nada, que puede ser el anonimato de la pobreza, la soledad y el hambre. La motivación no sólo es la ambición de fama y dinero ni el ego. A veces –dijo Gallo– hay otras cosas que los mueven a contracorriente.
Recordé mi historia y eso me llevó a buscar lo que hoy tengo
, dice el Gallo Estrada; el boxeo es de sacrificio y yo lo tuve, sufrí en la vida, pero hoy soy campeón del mundo. Creo que la vida me está dando lo que me faltó en mi niñez
.
Hace un año había enfrentado a Rungvisai, pero no logró convencer a los jueces y regresó con una derrota. Esta vez, Estrada no tenía duda que vencería al peso supermosca más difícil. A pesar de que sufrió una lesión en una mano antes de la pelea, y que en medio del combate se lesionó la otra, nunca bajó la intensidad del golpeo.
Me costó mucho llegar a este nuevo campeonato
, aclara Estrada; en mi caso fue una meta y lo logré. No tanto por el dinero, sino por el orgullo y el deseo de hacer historia. Cada que subo al ring, lo hago con el recuerdo de que hice una promesa hace muchos años. Eso hasta la fecha me da fuerza, pienso en mi tía, en mis padres y así peleo
.