La mexicana Teresa Margolles muestra sus instalaciones Muro Ciudad Juárez y La búsqueda
Domingo 12 de mayo de 2019, p. 3
Venecia. Es el presente, es el hoy, con toda su ambigüedad y problemática, lo que le ha interesado entregar al público al estadunidense Ralph Rugoff, curador de la 58 edición de la Bienal de Venecia, que ayer comenzóy concluirá el 24 de noviembre, con el lema May You Live in Interesting Times (Que vivas tiempos interesantes).
La Biennale –a pesar de las críticas por su corte mainstream de la comercialización indirecta, de las imperdibles muecas de disconformidad de los especialistas, del anacrónico sistema de pabellones nacionales– sigue siendo única de entre sus más de 300 rivales en el mundo.
En la biennale se experimenta con claridad la fuerza del poder del mundo del arte, su bullicio así como su brutalidad, generando un coctel de vitalidad y de vacío, de fantasía y realidad al mismo tiempo.
En tal contexto, Rugoff –un curador tout court, director en cargo de la Hayward Gallery de Londres desde 2006– explica su exposición en una entrevista que la resume perfectamente: ‘‘Me interesa mostrar obras de arte complejas, que generen asociaciones diferenciadas que vengan elaboradas por uno mismo. Trabajos que entablen una conversación con el público. Mi objetivo es dejar a la gente con preguntas interesantes que la acompañen posteriormente.”
Dicotomía diluida
El título de la bienal contiene un mensaje de positividad implícito donde la elección curatorial ha ignorado la queja de los artistas ante el trastorno de época de hoy, pero aún más ha prescindido del tema de denuncia. Lo que le ha interesado en cambio ha sido analizar cómo la creatividad se resbala entre los intersticios de nuestro tiempo. Cada artista muestra dos obras: una para el Arsenal con un corte más sombrío, mientras que en los Jardines otra más con una perspectiva más positiva.
La dicotomía centro/periferia se ha diluido, la representación de exotismo del inicial impacto de la globalización para definir al otro ha perdido relevancia. La atención camina hacia el registro de nuevos lenguajes expresivos que anuncian una deshumanización sustituida por la híperteconología.
No casualmente las nacionalidades de entre los 79 artistas elegidos –netamente reducidos respecto al pasado– han privilegiado áreas altamente tecnológicas como Estados Unidos (16 artistas), y un cuarto de la misma, quizás como nunca antes, por una veintena de artistas asiáticos. La presencia latinoamericana es en cambio escasa.
Muchos de los artistas fuera de esta esfera provienen de las filas de la tecnología como el inglés Ed Atkins en el Arsenal, con su Old-food compuesto por una serie de videos. Entre ellas resalta la representación del sentimentalismo digital donde un niño, y en otro video un anciano, lloran desesperadamente.
Aunque el más grotesco es el video donde en lugar de caer hamburguesas con queso y lechuga desde lo alto como en las publicidades del fastfood, se desploman rebanadas de jamón con cara de ser humano, o bien huesos y maniquíes entre catsup y mostaza listos para ser devorados.
Los artistas mexicanos en este contexto lucen inadecuados. Desde la afirmada Teresa Margolles cuya obra dura y de denuncia aquí presente con las instalaciones Muro Ciudad Juárez (2010) y La búsqueda (2014), pareciera caricaturizada.
El joven jalisciense Gabriel Rico propone varias instalaciones en La línea de un post, post-conceptualismo de toque exótico y confuso partir de Multis Utile Bellum (2017). Aquí un auténtico lince rojo disecado en la posición del salto toca un triángulo que cuelga de una vara detenida en una base de cemento.