Editorial
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Venezuela: golpe mediático
D

e acuerdo con la información disponible al cierre de esta edición, la intentona golpista realizada ayer en la capital venezolana fracasó. Los sublevados que dijeron haber tomado la base aérea de La Carlota no lograron, en realidad, ni siquiera ocupar ese recinto; la mayoría de oficiales de bajo rango que participaron en la aventura confesaron que fueron engañados y otros buscaron refugio en la embajada brasileña y, después de horas de refriegas en las calles de Caracas que dejaron un número impreciso de heridos, el gobierno de Nicolás Maduro se mantenía en control de las fuerzas armadas y de las instalaciones estratégicas del país.

El único logro interno de los alzados ha sido, hasta ahora, la liberación por la vía de la fuerza del dirigente opositor Leopoldo López, quien se encontraba en régimen de arresto domiciliario y cuyo paradero era desconocido después de haberse refugiado, junto con su familia, en la embajada de Chile, sede diplomática que posteriormente abandonó para, al parecer, dirigirse a la de España.

Aunque el liderazgo del pronunciamiento ha recaído formalmente en el autoproclamado presidente encargado, el político opositor Juan Guaidó, en las largas horas de la jornada de ayer resultó inocultable que el movimiento estaba siendo coordinado en todo momento desde Estados Unidos, específicamente desde el despacho del consejero de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump, John Bolton, y acatado en el ámbito diplomático por los gobiernos latinoamericanos que permanecen fieles a la política de Washington para Venezuela, entre los que destacan Colombia, Chile y Brasil.

Aunque Guaidó llamó a sus simpatizantes a mantenerse en las calles, es claro que el pronunciamiento emprendido ayer no logró fracturar a las fuerzas armadas ni debilitar su respaldo al gobierno chavista. En este sentido, la intentona golpista resulta un nuevo fracaso para la estrategia injerencista estadunidense en el país sudamericano. Para cumplir con su propósito de liquidar la presidencia de Nicolás Maduro, Washington necesita tres pilares: el diplomático, en el que ha logrado articular a la mayoría de los gobiernos de América Latina; el político, en el que cuenta con Guaidó como cabeza de playa, y el militar, a fin de contar con un bando armado dentro de Venezuela que le permita librar una guerra por interpósita persona y sin comprometer fuerzas propias. Hasta el momento, el gobierno de Trump no ha conseguido avance significativo alguno.

A fin de cuentas, lo que refleja la intentona de ayer, con todo y su lamentable saldo de daños y de incremento del encono en Venezuela, es que los funcionarios de la superpotencia no han sido capaces de formular un análisis fino de la realidad y siguen haciendo cuentas alegres en lo que respecta al declive del respaldo al régimen, tanto en la sociedad como entre los militares. Lo cierto es que la intentona golpista de ayer en Venezuela no sólo se desarrolló en las calles y los cuarteles de Caracas, sino también en la virtualidad de los medios informativos occidentales y que lo que se presentó como un gran levantamiento insurreccional se revela como algo mucho menor: un nuevo intento de Estados Unidos –ojalá infructífero– por llevar la situación venezolana a una guerra civil.