Nacionalistas se frotan las manos
Los socialistas deberán negociar el apoyo del decreciente Podemos
Lunes 29 de abril de 2019, p. 3
Madrid. El histórico batacazo electoral del Partido Popular de José María Aznar y su fracasado pupilo y candidato Pablo Casado, y con ellos todo el abanico del trifacho español, no logró opacar la victoria del bloque progresista y plurinacional que, empujado por ese lobo neofranquista llamado Vox, ganó el derecho a formar el próximo gobierno que encabezará el socialista y actual jefe de gobierno Pedro Sánchez. Además de Aznar quedaron también tirados en el camino los barones del PSOE encabezados por el inefable y hoy prescindible Felipe González. Sánchez y los suyos se encargaron de darles democrática sepultura.
Los socialistas de Sánchez están obligados a negociar el apoyo del decreciente Podemos, de Pablo Iglesias, y también de los nacionalismos moderados de Cataluña y del País Vasco. En ambos casos deberá hablar con los soberanistas, o independentistas, de ambas nacionalidades. En Cataluña el batacazo fue también para Carles Puigdemont, autoexiliado en Waterloo, Bélgica, barrido literalmente por el encarcelado Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
El exacerbado nacionalismo español logró galvanizar a los votantes nacionalistas catalanes y vascos. Tal vez algún día Madrid acabe entendiendo que las señas de identidad, de pertenencia, no se borran ni por las armas ni por decretos.
La ultraderecha de Vox salió de la nada para llegar a casi 30 escaños, todo un logro, pero lejos de sus cálculos. Vox llegó para quedarse: España tiene clientela para eso y para más.
Ciudadanos de Albert Rivera ganó terreno, pero igual se quedaron cortos respecto a sus objetivos. Líder acostumbrado a escuchar a nadie más que a él mismo, Rivera está pagando ahora su pecado de soberbia. Pasada la medianoche madrileña, el dirigente político metrosexual por excelencia no aparecía en público de su gente. De ese tamaño era su dolor y su decepción.
Podemos, de Pablo Iglesias, hace parte también de los damnificados electorales. Pero el trancazo pudo ser peor de no adoptar el hombre de la cola de caballo una posición de izquierda civilizada. Ese volantazo dado sobre la marcha detuvo la sangría y logró salvar los muebles. El PSOE necesariamente deberá negociar con los podemitas, pero éstos ya no tendrán una posición de fuerza.
El drama es de las derechas, primero el PP y en menor medida Ciudadanos. Los populares del fracasado Aznar se enfrentan al camino a la nada. Por contra, la neoderecha de Rivera se apresta a ocupar ese espacio mientras mira de reojo a Vox. Este 28 de abril dejó un reguero de cadáveres en el flanco derecho del espectro político español.
Y dentro de un mes, después de las elecciones locales, autonómicas y europeas, la maquinaria de los acuerdos se pondrá en marcha para dar vida al próximo gobierno español. Será el momento de las decisiones de Estado y en ese esquema los nacionalismos periféricos jugarán un rol decisivo. Sánchez ya lo sabe, la derecha también, la banca ni se diga, y los capitanes del gran capital deben estar, a estas horas, haciendo cálculos para presionar y permanecer como factor central de la gobernabilidad española.
Irán de la mano con Rivera y su Ciudadanos, y amamantarán al mismo tiempo a Vox. El dinero es cobarde por naturaleza, o mejor dicho, los dueños del dinero son cobardes y ultraconservadores por naturaleza. Es comprensible, pero se pasan de frenada y, salvo muy raras excepciones, priman sus intereses aunque eso implique pisotear a los demás.
Lo cierto es que la ciudadanía del Estado español se volcó sobre las urnas para, a tenor de los resultados, impedir que la derecha ultramontana ocupara otra vez el Palacio de la Moncloa.
El turno es de Pedro Sánchez y de sus inevitables socios, deseados o no, para lograr un gobierno estable y confiable. De su talante dependerá la longevidad de su futuro gobierno. Desde el centro madrileño las cejas se arrugan: desde los nacionalismos periféricos se frotan las manos.
Ellos y ellas tienen la llave de la gobernabilidad.