n entrevista con este diario, el ex canciller ecuatoriano Ricardo Patiño señaló que es víctima de una persecución política por parte del gobierno de su país, encabezado por Lenín Moreno. En efecto, en días recientes las autoridades de Quito emitieron una orden de detención y solicitaron una ficha roja a la Interpol con el pretexto de un delito de instigación
a la violencia. En realidad, el político sudamericano, quien en los periodos presidenciales del ex presidente Rafael Correa ocupó también las carteras de Finanzas, Litoral, Política y Defensa, ha participado en exhortos a la resistencia pacífica y a una revocación de mandato para poner fin al de Moreno, quien ha dado un giro de 180 grados con respecto a los lineamientos sociales, populares y soberanistas de Correa y ha alineado al Ecuador a la política exterior estadunidense.
En un escenario distinto, en Washington, una corte se negó a conceder la libertad bajo fianza a la ex analista militar Chelsea Manning, detenida desde el pasado 8 de marzo, a pesar de que el ex presidente Barack Obama le otorgó el indulto tras permanecer siete años detenida por divulgar, a través de Wikileaks, cientos de miles de documentos gubernamentales secretos que evidenciaron crímenes de lesa humanidad, así como actos de injerencia y de corrupción cometidos por el gobierno de Estados Unidos a lo largo y ancho del mundo.
El vínculo entre ambas situaciones es el portal de filtraciones fundado por Julian Assange, quien se encuentra prisionero del gobierno británico y enfrenta un pedido de extradición de Estados Unidos. Como se recordará, el informador australiano permaneció casi siete años refugiado en la embajada de Ecuador en Londres para impedir que se concretara su entrega a Washington, y el artífice de su asilo fue, precisamente, Ricardo Patiño, quien dirigía la política exterior ecuatoriana.
Ciertamente, el acoso judicial al ex canciller no se relaciona única ni principalmente con su papel en la protección diplomática otorgada a Assange; tal hostigamiento es sólo un capítulo de la virulenta persecución emprendida por Lenín Moreno en contra de todos los ex colaboradores de Correa, empezando por quien fuera su vicepresidente, Jorge Glas, quien se encuentra encarcelado sin pruebas ni argumentos verosímiles. Pero la causa más relevante de los montajes judiciales en contra de Patiño es la serie de denuncias en torno a la apertura de cuentas secretas en paraísos fiscales abiertas por Edwin Moreno, hermano del actual gobernante, para ocultar fondos que éste recibió como comisiones
de empresas extranjeras.
Por lo que puede verse, la corrupción de Moreno no fue considerada un obstáculo por Washington para acordar con él la apertura de créditos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial a cambio de que Quito se alineara en la alianza continental en contra de Venezuela, que boicoteara el proceso de integración regional que tuvo lugar en Sudamérica cuando los gobiernos progresistas dominaban la región y que entregara a Julian Assange.
Lo cierto es que la venganza estadunidense en contra de Assange, la restauración de la hegemonía de la superpotencia en el subcontinente y la trágica regresión política, económica y social que sufre el Ecuador se conjuntan en un escenario nefasto, caracterizado por la criminalización de la objetora de conciencia Manning, el informador Assange y el dirigente Patiño. En esa cacería humana, orquestada desde la Casa Blanca, Londres y Quito participan como aliados menores. Se asiste, en suma, a un ejemplo esclarecedor y terrible de lo que significa el avance de las derechas autoritarias, antidemocráticas y opacas en el mundo.