Peligran 30 años del pan en Baja California
Lunes 22 de abril de 2019, p. 11
Las elecciones de este 2 de junio son la primera prueba para Morena como partido en el gobierno, pero a la vez, implica un reto mayor para esta fuerza política al llegar a las campañas en medio de una fractura en crecimiento, principalmente en Puebla, Durango, Baja California y Tamaulipas, donde la militancia morenista se ha encargado de impugnar y reclamar imposiciones de la dirigencia de ese instituto.
En tanto el Partido Acción Nacional (PAN) enfrentará por primera vez una amenaza seria de perder su primer y principal bastión electoral: Baja California. Luego de 30 años de haber resquebrajado la hegemonía priísta en las gubernaturas, el blanquiazul llega con los sondeos en contra, algunos de forma abrumadora en las primeras elecciones locales bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Morena arranca mal
Con las campañas electorales ya en curso en las seis entidades donde habrá elecciones este año (Puebla, Aguascalientes, Baja California, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas), Morena tuvo un arranque atropellado en el que, incluso, tuvo que esperar a que el Tribunal Electoral diera luz verde.
Los principales tropiezos en esta nueva era morenista los ha tenido en casa. Militantes y simpatizantes han presentado denuncias ante instancias internas por la definiciones de candidaturas. Más que por los nombres de los abanderados, acusan irregularidades en la forma que es llevada la dirigencia nacional encabezada por Yeidckol Polevnsky, y señalan que el casi nulo tacto político de negociación ha generado fracturas.
La mira está puesta principalmente en Puebla y Baja California, donde se elegirá gobernador. En ésta última entidad, Morena acumuló decenas de procesos y quejas en la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido; varios de ellos dirigidos en contra de la dirigencia nacional.
Entre los procesos promovidos por aspirantes se encuentra el de Jaime Martínez Veloz, quien originalmente buscaba competir para ser el candidato a la gubernatura.
Tras un acuerdo político interno, el partido favoreció al empresario y senador con licencia Jaime Bonilla, cuyo equipo cercano ha colaborado con el empresario priísta Jorge Hank Rhon, quien en enero expresó que es tiempo de un cambio en el estado. Distintos medios han referido que el candidato morenista tiene un pasado como funcionario estadunidense de la mano del Partido Republicano de Donald Trump.
Ante la definición de la candidatura, Martínez Veloz buscó convertirse en abanderado para la alcaldía de Tijuana, pero la dirigencia nacional sostuvo que la encuesta para elegir candidato favoreció al también empresario Arturo González Cruz.
Pese a que el Tribunal Electoral resolvió que la encuesta tuvo inconsistencias, las dirigencias nacional y estatal de Morena desestimaron los señalamientos e insistieron en González Cruz como abanderado, tras lo cual Martínez Veloz dejó ese partido para buscar la candidatura a la gubernatura por el PRD.
En Puebla el escenario fue similar. Ahí se creó otro frente liderado por el ex candidato a la gubernatura, Alejandro Armenta, vinculado con el grupo del líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal. A la par, otro integrante del equipo del zacatecano, Alejandro Rojas Díaz Durán, también se unió a la postura de Armenta y comenzó una movilización con críticas constantes a la dirigencia de Polevnsky a quien señala de buscar mantener el control del partido.
En Durango el escenario se complicó también para Morena luego de que la confrontación se enraizara entre Rosendo Salgado y Armando Navarro, ambos autoproclamados presidentes del partido en el estado y con proyectos de candidaturas distintos.
A la par del respaldo que dio Polevnsky a Salgado, la presidenta del Consejo Nacional de Morena, Bertha Luján, acudió a Durango para apoyar a Navarro. En esta entidad, las impugnaciones frenaron por siete días las campañas hasta que el instituto electoral local dio su aval a favor de los candidatos impulsados por Salgado y Polevnsky.
En Tamaulipas también hubo tropiezos por impugnaciones de militantes que obligaron a este partido a presentar de nueva cuenta un proyecto en el que se justificara la elección de abanderados, tras no lograr un consenso que convenciera plenamente a los 285 aspirantes a diputaciones locales.
A pesar de ello, la irrupción de Morena con el impulso de sus victorias de 2018, lo coloca como un aspirante sólido a ganar la mayoría de los cargos en juego, lo que deja al PAN bajo una seria amenaza de perder gubernaturas.
En riesgo, bastión panista
En medio de cuestionamientos a la legitimidad del gobierno priísta de Carlos Salinas, 1989 representó el primer año de la era posrevolucionaria en el que un partido opositor lograba el triunfo en una gubernatura. Si bien algunas interpretaciones atribuían la victoria blanquiazul en Baja California más a una concesión del PRI con ánimos legitimadores del salinismo, el PAN obtuvo, con Ernesto Ruffo como candidato, 52 por ciento de votos.
Esa victoria inició 30 años de hegemonía panista en Baja California con consistentes votaciones superiores o cercanas a 50 por ciento.
Para 1995, bajo la presidencia de Ernesto Zedillo, el PAN refrendaría su dominio en Baja California con Héctor Terán, que consiguió 49.59 por ciento de votos, aunque redujo el margen de victoria a 8 puntos; en 2001, con el PAN ya en el poder federal, refrendaron su preponderancia en la entidad con Eugenio Elorduy, con 48.7 por ciento. En 2007, con José Guadalupe Osuna, el panismo confirmó su hegemonía con 50 por ciento de votos al derrotar a Jorge Hank Rohn, polémico ex alcalde de Tijuana.
En 2013 por primera vez se desató una controversia poselectoral y el estrecho margen de victoria del actual gobernador, Francisco Vega con apenas 3 puntos porcentuales más que Fernando Castro Trenti.
Durante estas tres décadas la izquierda tuvo sólo participaciones testimoniales con votaciones marginales sin ganar ningún distrito local ni una alcaldía.
Con el PRD como expresión principal alcanzó su votación más alta con 4.1 por ciento en 2001, hasta que en 2013, optó por aliarse al PAN, como parte de esa política de alianzas con la derecha que lo tiene al borde de la desaparición.
Morena participó por primera vez en Baja California en 2015 sin mucho éxito y con menos de la mitad de votos del PAN, pero en 2018 venció con 57.7 por ciento al blanquiazul en el Senado, y con 51 de cada 100 sufragios para diputados federales.
El desplome panista se expresó en 2018 en que ninguno de sus candidatos obtuvo siquiera 30 por ciento de votos en esta entidad considerada su bastión.