La Quema de Judas sirvió de fondo idóneo para el festejo
El Cantar de los nibelungos ocupa un sitio estelar en la literatura medieval europea y así fue reconocida por la Unesco en 2009, pues la incluyó en el patrimonio documental de la humanidad. El complejísimo entramado de argumentos, personajes, secuencias y diálogos propician un sinnúmero de interpretaciones. Con autorización de Ediciones Akal, La Jornada ofrece a sus lectores un fragmento de esta obra con edición de Jesús García Rodríguez.
Una clase especial dentro de la sociedad medieval europea de la época del Cantar la constituían los caballeros (ritter en el alto alemán medio), miembros de la aristocracia guerrera. Como bien explica Bumke (1991, p. 46 ss.), la palabra latina utilizada durante la Edad Media fue miles, cuyo sentido primero más general de ‘‘militar” (ya identificado con la nobleza) se afinó hacia los siglos X y XI al oponer milites (guerreros a caballo y fuertemente armados) a pedites (soldados de infantería). El primer término fue el que empezó a aplicarse a sí misma una parte de la nobleza durante el siglo XII. Ese ennoblecimiento del término es el mismo que experimentó en otros países el término caballiarius, en castellano y a chevalier en francés. La palabra ritter (literalmente ‘‘jinete”) se documenta por primera vez en la segunda mitad del siglo XI, y el hecho de que no exista en antiguo alto alemán hace sospechar que se trata de un neologismo inspirado por los términos caballarius o chevalier, y se empleó en la lengua vernácula para sustituir al término latino miles. El sustantivo, por influencia seguramente del uso francés, empezó a desarrollar un sentido honorífico, meliorativo, que se hizo evidente en el significado del adjetivo derivado de él, ritterlich, como ‘‘magnífico, excelso, extraordinario”. En el Cantar, este sustantivo va acompañado usualmente de adjetivos que destacan cualidades moralmente positivas: guot (bueno), edele (noble), gemeint (excelente), etc., algo habitual en la literatura del momento; lo que revela que el caballero empezaba a dejar de ser un fenómeno social para convertirse en uno ideológico, al vincular la lucha y la guerra con la religión y crear el ideal del ‘‘guerrero cristiano” (miles Dei, miles Christi), seguramente por influencia de Cluny. Ello también explica la construcción de rituales religiosos o semirreligiosos en torno a ese estado de caballero, como el de la toma de armas (wafen nemen) o el de la recepción de la espada (swert nemen) en el que participa Sigfrido, descrita en el Cantar (estr. 26 ss.). Los caballeros, al principio una clase profesional, se fueron convirtiendo en una clase por nacimiento. La orden caballeresca (ordo militaris) recibió tal nombre, en un principio, como oposición al ordo ecclesiasticus, la orden clerical, pero a partir del siglo XII y tras las cruzadas tomó un nuevo significado y empezó a denominar las distintas órdenes caballerescas que comenzaron a proliferar en Europa y también dentro del Imperio Romano Germánico, y a un estamento entero caracterizado por su especialización militar y su formación cultural y religiosa superiores. En este sentido, el uso del término ritter en el Cantar es, una vez más, anacrónico, e incluye los significados y connotaciones de esa palabra en la época de composición del poema épico, y no los de las épocas a las que hace legendaria referencia (épocas en las que el término no existía como tal).