omo parte de la 66 Muestra Internacional de Cine, se proyectó en la Cineteca Nacional (y ahora lo será en los circuitos complementarios) el documental francés María por Callas (Tom Volf, 2018), filme ciertamente interesante que intenta explorar de manera equilibrada el lado personal y la carrera profesional de la legendaria soprano María Callas.
Desde muy temprano, se mencionan ahí los términos diva
y prima donna
, lo cual sirve para colocar (por si hiciera falta) a la gran cantante en el pedestal donde habita prácticamente desde los inicios de su carrera y hasta nuestros días… y muy probablemente, si depende de sus admiradores, hasta el fin de los tiempos.
El filme de Volf transita por varios de los mitos y realidades asociados con María Callas, incluyendo infancia y juventud truncadas en aras del arte, una madre opresiva y obsesionada con el entrenamiento musical de su hija, y el dato ciertamente importante de que, contra lo que muchos pudieran pensar, el emblemático trayecto de la cantante no fue de Grecia a Estados Unidos, sino en sentido contrario. De hecho, una de las secuencias más conmovedoras del filme es una fugaz presentación de Callas en Atenas ante un entusiasta público popular.
Sazonado a partes iguales con los triunfos y tragedias de María Callas, el documental de Volf está compuesto exclusivamente con materiales de archivo, todos muy interesantes y presentados en buena medida como home movies, lo que acentúa con claridad la intención del realizador.
Como complemento de esos materiales visuales está la experta lectura de fragmentos del epistolario personal de María Callas en la voz de la gran actriz francesa Fanny Ardant, quien en 2002 interpretó a la diva en la película Callas Forever, de Franco Zeffirelli.
Aquí, los fans (innumerables, excesivos, hiperbólicos, extasiados) de María Callas podrán conocer, además de a la notable intérprete del mejor repertorio belcantista, a una mujer que colecciona impulsivamente recetas de cocina, que ama los carillones, que viaja por el mundo con sus perros, y que se rehúsa categóricamente a cantar en musicales.
Si bien es cierto que María por Callas ofrece buen número de arias cantadas por la diva, que dejan claramente establecido su estatus como gran cantante y competente actriz, la película es abundante también en episodios frívolos relacionados con los amores y desamores de la soprano neoyorquina de origen griego, especialmente aquellos en los que estuvieron involucrados los señores Meneghini y Onassis, sin faltar la indispensable presencia (para fines más amarillistas que artísticos) de Madame Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis.
Es en estos tramos que el filme de Tom Volf se aleja de la construcción de un perfil musical y humano para derivar en una dinámica narrativa más digna del Hola! y otros pasquines frívolos de esa laya.
Más para el aficionado incipiente que para el conocedor profundo de la trayectoria de la Callas, este documental es una buena introducción a la contradictoria personalidad de la soprano favorita de (casi) todos, mujer que en un momento afirma lúcidamente que la ópera puede ser un asunto muy tonto o un espectáculo maravilloso, y poco después dice que su ideal de vida es vivir cómoda y protegida a la sombra de un hombre.
Entre los elementos más interesantes de María por Callas está la no muy sutil crítica que Volf hace a la infaltable jauría de gacetilleros operópatas, esa depredadora especie extendida como plaga por todo el mundo, dedicada tenazmente al chisme, a la maledicencia y al transporte de abundante agua al molino propio, en ausencia del mínimo asomo de auténtica crítica musical y teatral. Y a la vez, Volf hinca el diente con placer evidente a los entretelones de la grilla que mueve los engranes de las grandes (y pequeñas) casas de ópera del mundo, aquellas que fueron escenario de la fulgurante carrera de María Anna Cecilia Sofía Kalogeropoulou. Sin duda, María por Callas será una experiencia muy satisfactoria para los auténticos aficionados a la ópera.