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Con todo lo que he vivido... uno no se imagina llegar a tanto

Candelaria Lara, de los primeros becados por Jenkins-Del Toro

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▲ La joven directora, originaria del poblado de San Antonio, de la comunidad de Cacahuatepec, en Guerrero.Foto Arturo Campos Cedillo
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 24 de marzo de 2019, p. 8

¡Esta beca está chingonsísima! No se imagina uno llegar a tanto. Todas las cosas que me ha tocado vivir: ser del pueblo, sin oportunidad de estudiar una carrera, de hacerlo bien. Y ahora puedo ir a donde yo quiera.

Rebosante de emoción es la voz de María Candelaria Lara Marcelino, la documentalista guerrerense de ojos frecuentemente enrojecidos y llorosos, voz entrecortada y todavía sacudida por ser la recipiendaria de la primera emisión de la Beca Jenkins-Del Toro 2018, junto con el director de animación capitalino Alejandro Ríos Rodríguez.

De acento innegablemente costeño, esta mujer, originaria del poblado de San Antonio, parte de la comunidad de Cacahuatepec –distante dos horas de Acapulco–, se ha ido acostumbrando a estos logros tan aparentemente fuera de su alcance: un año atrás fue uno de los 16 alumnos seleccionados para la quinta generación de Ambulante Más Allá (AMA), proyecto de capacitación en producción audiovisual.

En mi pueblo no hay Internet y aunque mi teléfono sí agarra datos, sólo sirven para Facebook y WhatsApp, pero no para navegar porque se acaban muy rápido, advierte la realizadora, quien tuvo que darle la clave de su correo electrónico a un amigo para que revisara si su nombre aparecía en el listado final, ya que ninguno de los casi mil habitantes de su ranchería cuenta con una computadora personal ni acceso a Internet.

Al contestar el celular, luego de una consabida broma, supo que había aparecido entre los finalistas: ¡Sí cierto, sí quedaste!, rememora Cande –como la llaman sus cercanos, excepto su madre, que la llama María– con una generosa y contagiosa sonrisa.

La noticia la hizo llorar y soltar incontables lágrimas, pues no sólo significaba una beca por un año, sino que acabaría realizando un cortometraje –inicialmente anhelaba ser productora– con equipo técnico y asesores profesionales, en una especialidad que complementaría el tan anhelado desarrollo académico que su proveniencia misma le negaba, pues en su región no hay forma de seguir estudiando: Si acabas la preparatoria te vas a trabajar y ya se acabó, no puedes seguir preparándote, explica.

Dificultades para continuar los estudios

Hacía poco tiempo que Candelaria había renunciado a sus estudios superiores en la Universidad Loyola del Pacífico, pues aunque contaba con una beca del ciento por ciento, sólo le cubría los gastos escolares, pero no la comida ni el transporte, y el horario de 7 a 20 horas le impedía trabajar, aunque para llevar el día a día, vendía dulces con sus compañeros, pero un día ya no aguantó y decidió renunciar.

Cande solía acudir con frecuencia a la iglesia de San Antonio para ver en qué podía ser útil. Tras el devastador paso de los huracanes Ingrid y Manuel, en septiembre de 2014, acabó uniéndose como voluntaria de la asociación civil Comunidad Loyola con Responsabilidad Social (Colores, formada por ex alumnos de la Universidad Loyola), realizando labores de difusión en comunidades aledañas al río Papagayo.

Ahí recibieron la convocatoria 2017 de AMA y fueron sus amigos del Colectivo Cultural Koloso quienes la convencieron de registrarse, pues no sólo significaba una manera de capacitarse, sino que ese conocimiento podría ayudar a su organización.

Su proyecto no iba a ser filmado, pero el asesinato del protagonista de otro documental seleccionado le abrió la posibilidad de dirigir Rojo (México, 2018), que sigue a un joven malabarista de semáforos en Acapulco –de nombre Michael pero con el apodo del título–, cuya vida transcurre entre el rap, el circo y los colectivos juveniles en un ámbito de violencia como el de la zona, que acabó costándole la vida apenas el 29 de diciembre pasado. El trabajo fue seleccionado en el 14 Festival Internacional de Cine de Monterrey, en agosto de 2018, y actualmente forma parte de la 14 Gira de Documentales Ambulante.

Aunque no ganó ningún premio, asistir por primera vez a un festival, tomar talleres y ver su trabajo de 24 minutos proyectado en la Cineteca Nuevo León y en una sala de Cinépolis le despertó verdaderamente el deseo de estudiar cine. Además, ahí conoció a Enrique García Meza, cuyo documental Ayotzinapa, el paso de la tortuga (México, 2018) le encantaba y él se convirtió en su cómplice y amigo.

Pero cuando en el grupo de ex alumnos de AMA en WhatsApp apareció la convocatoria de la beca Jenkins-Del Toro, se emocionó pero dudó nuevamente: se exigía dominio del inglés de 90 por ciento con certificado Toefl.

Les expliqué que de donde vengo nunca había tenido la necesidad del inglés; al ser de comunidad, pocas veces se necesita. Aunque sea un lugar turístico no lo aprendes, pero yo tenía ganas de seguir haciendo, que sólo pedía una oportunidad; era lo único que pedía.

Con la ayuda de una amiga de Michoacán redactó la solicitud, y el 9 de marzo, tras salir tarde de su trabajo en Acapulco, donde administra las redes sociales de un laboratorio de análisis médicos, recibió la llamada que le confirmaba que era la elegida.

“Colgué y le hablé a mi mamá. Estaba llorando, estaba temblando y estaba sola. Ya en Guadalajara, vi a Guillermo del Toro y nos saludó tan normal, sin darse su paquetote de cineasta ni viéndonos de lejitos. Se acercó y cuando me abrazó yo estaba llorando. Una señora me dijo: ‘tranquila, respira’. Y me calmé tantito cuando daba la reseña, pero yo estaba chille y chille.”

Desde entonces recibe, al menos, una decena de recomendaciones al día sobre qué escuela debe elegir, aunque desde el inicio no tuvo elecciones ambiciosas ni exóticas, sino prácticas: España, Cuba o México. Primero la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños y como opción el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM o el Centro de Capacitación Cinematográfica.

Quiero seguir creando desde el corazón y que mi corazón me lleve a donde me tenga que llevar. Mi mamá me dice que soy caminante sin camino, que nunca sé a dónde voy. Al caminar voy buscando y en el buscar voy encontrando cosas, a veces buenas y otros días tocan malas, pero así es la vida, ¿no? Quiero seguir contando y que mi corazón siga hablando, acompañada de un montón de gente porque yo no trabajo sola, esto se hace en equipo. Yo soy la que estoy aquí, pero atrás viene un montón de gente.