Martes 26 de febrero de 2019, p. 5
Pekín. Un estudio internacional descubrió montañas y otras formas topográficas en una capa a unos 660 kilómetros de profundidad que separa el manto superior e inferior de la Tierra.
En la edición del viernes de la revista estadunidense Science, investigadores del Instituto de Geodesia y Geofísica de la Academia de Ciencias de China, el Instituto de Tecnología de California, la Universidad de Princeton y otras instituciones de investigación anunciaron que se valieron de las poderosas ondas generadas por un terremoto de magnitud 8.2, el segundo mayor sismo profundo jamás registrado, que sacudió Bolivia en 1994, para investigar sobre las capas profundas del planeta.
La Tierra tiene tres capas: la corteza, el manto y el núcleo. Los grandes terremotos primero impactan el manto, enviando ondas de choque que viajan en todas direcciones por medio del núcleo hacia el otro lado del planeta y rebotan, proceso que proporciona datos valiosos para la investigación geocientífica.
Al igual que las ondas de la luz que rebotan en un espejo o se doblan a través de un prisma, las ondas sísmicas también se pueden reflejar o refractar cuando se encuentran con cualquier rigidez o límite al atravesar las rocas bajo nuestros pies.
Modelos estadísticos
Los expertos usaron computadoras muy potentes, incluido el clúster de supercomputadoras Tigre de la Universidad de Princeton, para simular la complicada dispersión de las ondas sísmicas en la Tierra profunda.
Sus modelos estadísticos demuestran que estas ondas sísmicas se encontraron con un límite a 660 kilómetros de profundidad. Se trata de una topografía más fuerte y dura que la capa superficial en la que vive la gente, y es posible que estas montañas subterráneas sean mayores que las existentes en la superficie del planeta.
La dureza no está distribuida de forma equilibrada, ya que la superficie de la corteza cuenta con relieves oceánicos y montañas.
Según los especialistas, la presencia de dureza a una profundidad de 660 kilómetros tiene implicaciones significativas para entender cómo se formó y funciona nuestro planeta, y proporciona nueva información para comprender el destino de las antiguas placas tectónicas que han descendido hacia el manto.
Christine Houser, sismóloga y profesora adjunta del Instituto de Tecnología de Tokio, que no participó en esta investigación, indicó en un artículo de revisión que los resultados podrían ayudar a responder preguntas fundamentales sobre la evolución de la Tierra.
La investigación fue apoyada por varias instancias chinas, como el Programa Nacional de Investigación Básica, la Academia de Ciencias y la Fundación Nacional de Ciencias Naturales.