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Eduardo Guerrero, encargado de prisiones en Nuevo León

Si controlamos las cárceles del país, acabaremos con la violencia en las calles

Afirma que erradicó al crimen organizado del penal de Cadereyta // Sistema pagado por Washington

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▲ Eduardo Guerrero Durán, durante el reciente recorrido de inspección por el penal de Cadereyta, Nuevo León.Foto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 17 de febrero de 2019, p. 8

Monterrey, Nl., Sí se puede, asegura Eduardo Guerrero Durán, encargado de las cárceles de Nuevo León, autor del nuevo modelo penitenciario que ha logrado la pacificación del penal de Cadereyta, el primero de México, afirma, sin crimen organizado.

Mientras recorre, en inspección de rutina con La Jornada, pasillos, celdas, talleres, cocina, lavandería y los módulos de esta prisión, donde hace sólo cuatro meses, quemaron vivos a varios de los 18 reos que murieron en un violento motín encabezado por líderes de grupos del crimen organizado, este experto en seguridad nacional afirma que la clave para terminar con los autogobiernos de las cárceles es la aplicación de protocolos ­internacionales.

En tres meses ha trasladado a 112 internos peligrosos, líderes de Los Zetas, cárteles del Golfo, del Noreste y de Sinaloa a distintas prisiones del país, ha aplicado 55 protocolos de actuación interna, realizado 205 procesos de operación y mil 122 acciones directas, encaminadas al control total de uno de los penales más peligrosos del país, que por primera vez en décadas vive una inédita paz.

Los tres informes del gobernador Jaime Rodríguez El Bronco han ­estado marcados por motines en los tres penales que eran controlados por el crimen organizado, con un saldo de decenas de heridos y muertos. La crisis penitenciaria marcó el inicio de su administración con una riña en el penal del Topo Chico que dejó 49 internos muertos.

Extorsión, violencia, sobrepoblación, falta de custodios y directores sometidos a los cárteles del narcotráfico eran el pan de cada día, aunado a que algunos internos gozaban de privilegios como acceder a armas, drogas, alcohol, tra­bajadoras sexuales y la posibilidad de entrar y salir del penal, incluso de organizar fiestas.

Todo eso se acabó, afirma Guerrero Durán, mientras abre por primera vez a un medio de información áreas restringidas. “Estamos de puertas abiertas, pasen y vean el cambio. Con el diagnóstico de los tres penales, empezamos a trabajar con tres grandes ejes: el operativo, la implementación de la Ley Nacional de Ejecución Penal y los estándares internacionales. La estrategia la dividimos en siete grandes ejes rectores. Y logramos eliminar el ‘autogobierno’ del crimen organizado.”

Sin drogas

Con una población de 5 mil 327 personas privadas de la libertad, con la entrada del nuevo sistema penitenciario y el uso de sistemas de detección de armas, droga y dinero, los nuevos custodios –la mayoría originarios de otros lugares de la República–, un equipo que ha acompañado a Guerrero Durán en las últimas dos décadas, han encontrado formas inauditas de introducción de sustancias prohibidas.

Los últimos dos casos: una mujer de 22 años que acudió a visita conyugal con un paquete de 16 gramos de crystal en la vagina y otra con 40 gramos de mariguana en el ano. Gracias a los nuevos protocolos de actuación, tenemos reglamentada la forma de revisar a una persona en el ingreso o cómo deben actuar ante una contingencia.

Lo que se encontró en los tres penales es una realidad que prevalece en todo el país: Un total abandono de las autoridades, un total descuido, unos cotos de poder importantes del crimen organizado que opera desde dentro de los centros, el llamado autogobierno es lo que ha prevalecido y no lo podemos esconder. La CNDH en sus seis diagnósticos lo ha dicho y Nuevo León no era la excepción.

Por tanto, no fue sorpresa saber que el control lo tenían los reos. Con su asesor, Orlando Quintero Montaño, encontraron 671 armas punzocortantes, 301 teléfonos celulares, drogas de todo tipo: 907 gramos de mariguana, 509 gramos de crystal, 104 gramos de cocaína, 69 gramos de piedra.

“Los internos son los que mandan en los centros; hay muchas carencias –mala alimentación principalmente–, falta de uniformes, no hay estancias dignas. Hablar de reinserción en estas condiciones, es una utopía, no existe.”

Recuerda que en Topo Chico, donde han ocurrido motines y riñas que han dejado decenas de muertos y heridos, existían las áreas llamadas caninas o el polivalente: En esos lugares las personas vivían en condiciones infrahumanas. En un lugar de cuatro por cuatro estaban 50 personas.

Dice que lo primero que hizo es generar una estrategia para empezar a despresurizar los centros penitenciarios. Faltan muchas cosas: los uniformes; estamos cambiando la alimentación, que era un cochinero, y pintarles las celdas. Les vamos a dar una estancia digna, una buena alimentación para que la familia no tenga necesidad de traerles comida. Eliminamos los restaurancitos que había adentro.

Comenta que estos nuevos protocolos pretenden eliminar la parte discrecional del oficial penitenciario para terminar con la corrupción: Si un oficial actúa de forma incorrecta, ahora tendrá una consecuencia penal que antes no había.

Sin crimen organizado

Durante décadas, el penal de Cadereyta fue controlado por el cártel del Golfo, el traslado de reos de otros grupos del crimen organizado, como Los Zetas, el Noreste, Sinaloa o Beltrán Leyva, generó graves y violentos enfrentamientos. A la llegada del nuevo director, Ricardo Ibarra de la Vega, colocaron mantas exigiendo su destitución: “Aquí había de todo: droga, armas, alcohol, entraban mujeres. Los cabecillas vivían como en un departamento, con sala, comedor, tele, computadora”.

Añade: Ya no hay crimen organizado, lo puedo asegurar. Estamos trabajando tan bien que es el primer centro penitenciario que vamos a certificar de manera internacional en el segundo semestre del año, sistema pagado por la embajada de Estados Unidos.

Asegura que el cobro de piso que hacían los grupos delictivos a los familiares de los internos también terminó. Para limpiar este penal fue necesario sacar a las cabezas del crimen organizado. Los verdaderos líderes siempre están protegidos por tres o cuatro hombres que se ostentan como líderes, por eso lo estudiamos muy bien.

Recuerda que encontró un penal muy emproblemado con dos bandos rivales que se disputaban el control del centro. Reubicó a mil 675 reos en los penales estatales y trasladó a 94 a centros federales: zetas y golfos: “No se hace una adecuada clasificación del interno. Hoy en Apodaca tenemos casi puro zeta vieja escuela. Hemos hecho una reagrupación para evitar conflictos dentro del centro”.

Reconoce que hay muchos intereses del crimen organizado dentro de un penal, como la venta de droga: “En todas las instituciones penitenciarias del país hay droga. Por ejemplo, aquí a los familiares les cobraban por entrar, por tener visita conyugal, por dejar una mochila en el guardarropa, les rentaban ropa ‘adecuada’ para entrar”.

Clave del fin de la violencia

Para Guerrero Durán, la clave del fin de la violencia y la inseguridad está en las cárceles, porque todo lo que sucede ahí repercute en las calles: Es algo que no han entendido. El sistema penitenciario nacional funciona mal, es sólo de contención y el gobierno no le ha dado la importancia. Si se controlan las cárceles del país, controlaremos la violencia. Desde adentro de los penales se controla toda la violencia.

Su experiencia pasa por haber solucionado el problema de los penales de Ciudad Juárez y Chihuahua, además fue el encargado de custodiar a Joaquín El Chapo Guzmán y logró que no se volviera a escapar.

Graco, el perro pastor alemán que cuidó al ex líder del cártel de Sinaloa, se pasea ahora por este penal y se encarga de detectar droga, armas, celulares y dinero. Es binomio de Víctor Raúl Torres Merino, subdirector de Seguridad y Custodios. Guerrero dice que es uno de sus elementos más apreciados: “Es el oficial canino que estuvo en el Altiplano vigilando a El Chapo, no lo dejaba dormir, manejaba su olor y si se movía, él empezaba a ladrar. Así lo mantuvimos vigilado las 24 horas”.

Eduardo Guerrero Durán recorre los pasillos de este penal y platica con los internos. El gobierno tiene la obligación por ley de darles calidad de vida. El penitenciarismo es un trabajo muy reconfortante. Cuando un interno viene y te da las gracias, eso vale por todo. Es mi granito de arena para mejorar este país.