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Cinco factores para entender la España prelectoral
L

lámenme clásico, pero sin presupuestos no se puede gobernar.

Con esa frase, Pedro Sánchez, un presidente que encabeza el gobierno español a pesar de que ni él ni su partido ganaron las elecciones (tras la moción de censura contra Mariano Rajoy), ha convocado a elecciones generales en España el 28 de abril, un mes antes que las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo. Todo ello tras no reunir una mayoría parlamentaría que le permitiera aprobar los presupuestos para 2019.

La derrota en la votación presupuestaria ha tenido dos bloques parlamentarios como actores principales, la derecha española, y el independentismo catalán, que se ha negado a negociar unos presupuestos para España si no se garantizaba una negociación sobre el derecho de autodeterminación para Cataluña.

Pero son al menos cinco los factores que permiten entender qué está pasando en una España que va a vivir sus terceras elecciones generales en poco más de tres años.

El primer factor es el propio PSOE. Las elecciones en Andalucía, feudo histórico del PSOE, han visibilizado una realidad: los votantes de centroizquierda están desencantados y, sobre todo, desmovilizados. El liderazgo de Sánchez decae al interior, pero también al exterior, como lo demuestra el no haber podido encabezar una posición común respecto de Venezuela al interior de la Unión Europea.

Como segundo elemento de análisis tenemos el bloque de la derecha. Un PP resentido por la moción de censura, la primera exitosa de la historia parlamentaria española, que, aunque tiene certeza que va a perder escaños si se repiten las elecciones, sabe que podría volver a gobernar con Pablo Casado de la mano de Albert Rivera, dos caras jóvenes y frescas de la derecha española. Eso si Ciudadanos no supera en número de votos y/o escaños al Partido Popular, algo que tampoco se puede descartar a priori, pues las encuestas preliminares, antes de este escenario de convocatoria electoral, dan a cada uno de los dos partidos de la derecha cerca de 20 por ciento de la intención de voto.

Pero para llegar a 50 por ciento de los escaños que le permitirían gobernar, la derecha tradicional del PP y la nueva-vieja derecha de Ciudadanos, necesitan 10 por ciento que marcan las encuestan a la ultraderecha de Vox. Un partido con vínculos con Trump, Bolsonaro, Salvini y la internacional populista de ultraderecha de Steve Bannon, cuya irrupción electoral ya ha permitido que la derecha gobierne en Andalucía (donde sacaron 11 por ciento de los votos). Este es el tercer factor, una ultraderecha recargada y en pie de guerra contra la ideología de género y el marxismo cultural, que va a entrar con fuerza en las elecciones de abril, y un mes después, en los municipios españoles y el Parlamento Europeo.

En cuarto lugar, pero como uno de los responsables principales de la posible vuelta de la derecha al gobierno de España, tenemos a Podemos. Un partido que era la esperanza de la izquierda española, y europea, y va a terminar, bajo la fórmula de Unidos Podemos, volviendo a los porcentajes que tuvo la mejor Izquierda Unida de Julia Anguita (10-15 por ciento). No parece que entre PSOE y Podemos junto a las confluencias vayan a sumar más de 40 por ciento de los votos. En español castizo se diría que para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Es más, la ruptura de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, que no es sólo de egos, sino ideológica, puede terminar haciendo que en mayo se pierda la alcaldía que gobierna Manuela Carmena, y no se gane la Comunidad de Madrid.

Finalmente, el factor Cataluña. La convocatoria electoral se produce en mitad del juicio contra el independentismo. Un juicio por el delito de rebelión. Una rebelión con votos y urnas en vez de balas y explosivos. Una rebelión pacífica y democrática de un pueblo que sólo pide poder decidir si quieren ser soberanos en una Europa donde el poder sigue dependiendo de los estados-nación, y la única vía para transitar hacia la justicia social es recuperando, al menos, parcialmente, la soberanía. La fiscalía solicita 16, 17 y 25 años de cárcel para los principales líderes del proceso catalán, parlamentarios y dirigentes sociales (en España, un asesinato es castigado con 15 o 20 años de cárcel).

Y aunque nadie, salvo Vox, quería estas elecciones, el PSOE siente que no es tan mal momento con un PP desgastado por Vox, un Ciudadanos que tiene dificultades para distanciarse de una ultraderecha gracias a la cual gobiernan en Andalucía, y un Podemos desgarrado por sus conflictos internos.

La derecha por su parte, hará de Cataluña y Venezuela dos de los ejes discursivos de su campaña.

Aunque todavía es incierto el resultado electoral, dos son las opciones más plausibles para formar gobierno. O bien una mayoría absoluta de la derecha y ultraderecha españolas, que le dé la presidencia a Pablo Casado del PP o Albert Rivera de Ciudadanos, apoyados por Vox, o bien si no se llegara a esa mayoría, un gobierno de centro entre PSOE y Ciudadanos, en caso de que el PSOE logre movilizar suficientes votos del miedo para que no se repita lo sucedido en Andalucía.

Esta segunda opción sería, sin ninguna duda, la deseable para las élites políticas y económicas que gobiernan España (empezando por los bancos), que siguen buscando su Macron español.

*politólogo vasco