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Para hacer historia debes tomar riesgos; así es el boxeo y valió la pena: Vázquez
 
Periódico La Jornada
Viernes 15 de febrero de 2019, p. a15

Cuando Israel Vázquez ganó el campeonato mundial supergallo tenía el rostro desfigurado. Los ojos sangrantes y deshechos contrastaban con la sonrisa descomunal por la victoria en una sangrienta batalla ante Rafael Márquez en agosto de 2007. Fue la segunda pelea de cuatro que sostuvieron, legendarias, pero que les costó la carrera a ambos. Los dos peleadores sufrieron lesiones oculares que necesitaron cirugías. Israel pagó el costo más alto, perdió el ojo derecho y pronto llevará una prótesis.

Un boxeador nunca dirá que no puede, aunque su vida esté en riesgo, dice Israel Vázquez al recordar aquellos combates que la revista Sports Illustrated eligió entre los 10 mejores de todos los tiempos.

Un boxeador de pura sangre busca llegar al punto más alto del valor y del orgullo, explica Vázquez; no se detiene a pensar si eso le dejará una secuela. Yo, por ejemplo, si volviera a nacer y pudiera elegir entre varios caminos, elegiría el mismo que recorrí, que todo ocurriera igual con todo y sus consecuencias, volvería a hacerlo sin dudarlo.

No es retórica de guerrero: Israel atraviesa un momento difícil que le exige una nueva disposición para enfrentarla. Hace poco le diagnosticaron esclerosis sistémica, enfermedad crónico-degenerativa y de alto riesgo que afecta el sistema muscular. Mal, sin embargo, que no puede atribuirse como una secuela del oficio al que dedicó su juventud.

Estoy en tratamiento y afortunadamente lo empecé a tiempo; esperamos detener la enfermedad, confía Vázquez sin dramatismo; por eso estoy en Ciudad de México, para seguir el tratamiento con diversos especialistas.

Israel no es partidario del lamento ni la autocompasión. Todavía se emociona al recrear aquellos combates que le dieron fama y dinero pero, sobre todo, un prestigio reconocido en el boxeo mundial. No hay lesión que lo mueva al arrepentimiento. Ni antes ni hoy en medio de un nuevo reto ante la enfermedad.

Fue muy caro para mi salud, admite, pero para hacer historia tienes que tomar riesgos; en mi caso los asumí, sabía que Rafael Márquez era un peleador muy duro, elegí ese camino y ahora soy recordado. Fue mi modo de subir al cuadrilátero, de ejercer mi oficio y de eso estoy orgulloso.

Desde abajo del ring, esa lógica kamikaze carece de sentido –conceden los peleadores–, para ellos es la fuerza que los impele a buscar no sólo la fortuna, sino el reconocimiento en un deporte que siempre deja secuelas.

Así es el boxeo, valió la pena, dice contento; amo el boxeo porque me dio también todo, no me quitó nada, concluye.