Tras el incendio recuperan miles de piezas entre los escombros
Viernes 15 de febrero de 2019, p. 5
Río de Janeiro. Meses después del devastador incendio que lo destruyó y conmocionó Brasil, el Museo Nacional de Río de Janeiro comienza a ser ‘‘redescubierto’’ por las decenas de arqueólogos que ayudan en las tareas de reconstrucción, y debajo de los escombros que aún llenan el lugar encuentran miles de piezas, sorprendentemente en buenestado.
Desde hace semanas Maria Camardella ayuda en las tareas de recuperación de las obras del museo. Con apenas un cepillo y algunas herramientas propias, la arqueóloga y sus amigos rescatron fragmentos de cerámica entre escombros de cerca de un metro de altura.
‘‘Entre los escombros vimos cómo salía la boca de un jarrón. Era la zona en la que se encontraban las colecciones de Antropología, pero no estaba abierta a los visitantes. Había unas 300 piezas de cerámica de la Amazonía’’, explica.
Con casi un metro de altura, el jarrón de cerámica que sobresalía de los desechos era de los pueblos que habitan en la isla de Marajó, estado de Pará, en plena Amazonía brasileña, desde antes de la llegada de los portugueses.
Hasta principios de febrero, 90 piezas de cerámica habían sido recuperadas enteras entre las ruinas del Museo Nacional.
El cráneo de Luzia, entre las primeras piezas rescatadas
Los trabajos de rescate se iniciaron a finales del pasado septiembre, después de que las paredes del museo, muy dañadas, fueron apuntaladas para prevenir derrumbes. Ello permitió al equipo de arqueólogos acceder a las primeras habitaciones con seguridad.
Cuatro meses después de la tragedia, que dio la vuelta al mundo, el paisaje es de tierra devastada en muchos puntos. Todavía hay habitaciones cubiertas por montones de escombros en las que es difícil transitar, apunta Camardella.
Hay escombros repartidos por el edificio y en el patio interior, aunque también hay habitaciones relativamente limpias en las que la excavación ya se ha completado y en la que los muros quemados son el recordatorio más visible del fuego.
Los cerca de 60 investigadores y arqueólogos que trabajan en las tareas de rescate usan cascos y máscaras para protegerse del polvo generado por las excavaciones y la remoción de escombros en carretillas. Se enfrentan a un calor sin tregua desde que comenzó el verano, aunque cada hallazgo acaba siendo una subida en la moral de todos ellos.
Una de las primeras piezas halladas, el pasado octubre, fue el cráneo de Luzia, el esqueleto más antiguo de las Américas y una de las partes más conocidas de la colección del Museo Nacional.
Días más tarde, la institución reveló que también había encontrado el Angra dos Reis, un meteorito que cayó en 1869 en la ciudad homónima de la costa fluminense. Una de las rocas conocidas más antiguas del sistema solar, con más de 4 mil millones años, el meteorito tenía un valor estimado en un millón de dólares y no estaba expuesto a los visitantes.
‘‘Pudimos recuperar materiales muy importantes. Hay piezas de la colección de Dom Pedro II con daños mínimos, cerámica de la región andina y pueblos amazónicos, algunos en muy buen estado, material fósil con buena integridad’’, informa la coordinadora del equipo de rescate, la arqueóloga Claudia Carvalho.
Por el momento se han recuperado más de 2 mil objetos, cifra casi irrisoria frente a 20 millones de piezas que tenía el museo, aunque los arqueólogos, animados por los hallazgos, no pierden la esperanza de encontrar miles de piezas más que deben ayudar en la reformulación del Museo Nacional.