lvaro Obregón vio en la educación, el arte y la cultura una plataforma para el desarrollo. Esa visión de Estado funcionó muy bien en un México empobrecido por la guerra. Cohesionó al país, reconstruyó el tejido social y le dio al Estado mexicano una presencia que ninguna otra dependencia gubernamental le podía dar. En lugares tan apartados donde no había siquiera agua potable ni servicios básicos de salud, había maestros.
Y esa especie de extensionistas que apoyaron a Vasconcelos en su lucha por la alfabetización y la lectura, no eran otros que los maestros pero en sus tiempos libres y algunos de los alumnos más aventajados que decidieron sumarse a esa cruzada. Su trabajo era de misioneros: largas jornadas y escasos recursos, soportados por ese trabajo casi evangélico de compartir las buenas nuevas: la novedad de la lectura.
Vasconcelos llevó los clásicos a los poblados más remotos. Los títulos y los autores en sus pastas verdes dieron cuenta de la ambición del proyecto: Homero, Goethe, Dante, Platón, Eurípides, Tagore, Tolstoi.
Años después Jaime Torres Bodet como secretario de Educación puso en marcha una campaña alfabetizadora que incluyó la creación de una Biblioteca Enciclopédica Popular, la creación de la Escuela Normal para maestros, y la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos.
Hoy el presidente López Obrador toma esa estafeta con la Estrategia Nacional de Lectura anunciada en Mocorito, Sinaloa. Es bueno que busque inculcar en los niños el hábito de la lectura, abaratar el precio de los libros y hacer campañas en los medios para posicionar la importancia de leer.
Los grandes aliados en el fomento a la lectura son Los Clásicos, los bestsellers de todos los tiempos; los que sin marketing se han convertido en la tierra firme de millones. Descreo de los académicos que dicen que los jóvenes no pueden soportar un quijotazo o un shakespearazo. Todos los idealistas son en esencia Don Quijote y todos los enamorados son, en algún momento, Romeo y Julieta. ¿Y no son las mejores brujas, las brujas de Walpurgis fijadas por Goethe o las de Macbeth?
Leer, más que ser una asignatura escolar es una herramienta para construir ventanas y tender puentes: para mirar y mostrar lo propio. Para unir a los distantes y conversar con los distintos. También es una herramienta para extender nuestra memoria y para acudir a la gran memoria colectiva que conforman los libros.
Sin cultura no hay transformacion democrática posible y el objeto cultural de referencia ha sido, desde hace tiempo, el libro porque la lectura estimula el pensamiento crítico, dispara la imaginación y ayuda a consolidar la memoria, ingredientes básicos para construir un mejor futuro.