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Venezuela: la democracia de las cañoneras
E

s falso que en Venezuela haya dos presidentes. Sólo hay uno y se llama Nicolás Maduro. El 20 de mayo de 2018 fue electo en comicios libres, transparentes y confiables, en los que intervinieron 16 partidos políticos. Participaron seis candidatos y él cosechó más de 6 millones 248 mil, equivalente a más de 67 por ciento de los sufragios.

En esa ocasión, un sector de la oposición, integrado por tres partidos (Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia), llamó a la abstención. Sin embargo, ningún candidato presidencial impugnó los resultados. No se presentaron evidencias o denuncias concretas de fraude. Se practicaron 18 auditorías al sistema electoral.

El sistema electoral con que se celebraron los comicios del 20 de mayo de 2018, es el mismo que se utilizó en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, en las cuales resultó ganadora la oposición venezolana. Ese sistema garantiza los principios de un elector, un voto. Sólo con la huella dactilar se desbloquea la máquina de votación.

El proceso fue acompañado por más de 150 personas, entre ellas 14 comisiones electorales de ocho países; dos misiones técnicas electorales; 18 periodistas de distintas partes del mundo; un europarlamentario y una delegación tecnicoelectoral de la Central Electoral de Rusia.

Sin embargo, el pasado 25 de enero, se intentó dar un golpe de Estado tramado desde Washington, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional en desacato, se declaró presidente encargado de Venezuela. La figura es inexistente en la legislación de ese país.

No es la primera ocasión en la que la oposición venezolana ensaya la vía golpista para tratar de hacerse del poder. Desde que hace 20 años (1998) Hugo Chávez triunfó, lo ha procurado reiterada y sistemáticamente ante la imposibilidad de ganar electoralmente. La misma Asamblea Nacional que Guaidó preside ahora lo intentó infructuosamente desde 2016.

El pelele de la Casa Blanca fue inmediatamente reconocido por Donald Trump. Y, para que no quedaran dudas de sus intenciones, el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, designó como su personero en Venezuela al halcón Elliot Abrams. Bien conocido en América, Abrams es un profesio­nal en la orquestación de golpes de Estado e invasiones militares. Con eficacia, ­promovió y tapó masacres en El Salvador y Nicaragua. Movió los hilos detrás de la operación Irán- contras. Fue condenado por la venta ilegal de armas para financiar a la contra nicaragüense durante la revolución sandinista.

El nombramiento de un gobierno fue justificado en aras de la lucha por la democracia y los derechos humanos. Curiosa dictadura la venezolana en la que actúan múltiples partidos de oposición, convocan a movilizaciones, son dueños de medios de comunicación que dicen cosas inadmisibles en las democracias occidentales e, incluso, llaman a derrocar al gobierno democráticamente electo.

Sin embargo, la verdad detrás del intento del golpe, es mucho más sencilla. La calificadora Standard & Poor’s la divulgó sin el ropaje heroico de las grandes causas. “Guaidó –publicó la calificadora– planea introducir una nueva ley de hidrocarburos que establece términos fiscales y contractuales flexibles para proyectos adaptados a los precios del petróleo y el ciclo de inversión petrolera”. Añadió: Se agregaría una nueva agencia de hidrocarburos para ofrecer rondas de licitación para proyectos en gas natural y crudo convencional, pesado y extrapesado (https://bit.ly/2CKXnLZ).

En su intentona golpista, Guaidó y la derecha venezolana cuentan con el apoyo de Estados Unidos (y la locura belicista de Donald Trump), Israel, el Grupo de Lima y algunos países europeos, de un sector de las clases medias y la oligarquía venezolana, y con los grandes medios de comunicación. Por su parte, Nicolás Maduro tiene de su lado a la inmensa mayoría del pueblo venezolano, al Ejército (y a la unión cívico-militar), a las instituciones republicanas, al Partido Socialista Unificado de Venezuela y a naciones como Rusia y China.

Como señala uno de los grandes analistas de la revolución venezolana, el periodista Marco Teruggi, el chavismo tiene una característica: sus niveles de organización y politización. Existe un tejido organizativo en las barriadas populares y zonas rurales. Se trata de consejos comunales, comunas, comités locales de abastecimiento y producción, mercados comunales, consejos campesinos, emprendimientos productivos, milicias bolivarianas, entre otras experiencias. El chavismo tiene una dimensión identitaria y territorial. La derecha no tiene presencia organizada allí, por eso recurre a grupos armados y pagados para crear focos que logren sumar apoyo popular.

La democracia de las cañoneras estadunidenses que abre el paso a la rapiña y la sujeción colonial de las naciones amenaza con desatar un baño de sangre en Venezuela. Por todos los medios posibles, hay que evitar que la intentona de golpe de Estado tenga éxito.

Twitter: @lhan55