Barbitúricos, otra opción
tro gran robo del que han sido objeto las personas es su derecho a tener una muerte digna, no decente, piadosa o aceptada, sólo digna, acorde con la naturaleza del ser humano responsable y dueño de su voluntad para vivir y morir de acuerdo con sus propios preceptos, no sólo los que le son impuestos.
Una lectora de 74 años escri-be: Me han dicho que los barbitú-ricos tienen larga duración. Lo supe por algunas conversaciones. Un mé- dico menos cerrado, supongo que debe haber, sabrá cuáles son los más efectivos. Quiero tenerlos para el día en que no le vea ningún sentido a seguir viviendo más, por enfermedad, por edad o por lo que sea
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“No es para dentro de unas semanas, claro, pues aún me siento perfectamente, sino más bien para dentro de algunos años en que haya una verdadera posibilidad de volverme dependiente, y como no tengo familia me vería obligada a recurrir a una enfermera o una empleada mal encarada. He optado por barbitúricos en tabletas, que pueda ingerir, ya que no me veo inyectándome.
“En un documental vi a una señora que rebasaba los 80 y que contaba cómo durante años había estado apropiándose de barbitúricos para el día que ya no tuviera ganas de vivir. No deseaba enfermar-se ni volverse loca ni sufrir demasiado ni vivir 100 años ni tampoco ofrecer su agonía lenta a ninguna divinidad. Pero menos quería molestar a nadie para que la ayudara a morir. Se tomó sus pastillas unas semanas después de que apareció el documental y se le acabó el problema.
“Exactamente así lo veo yo. Quiero decidir yo, sin tener que pedirles permiso ni a curas ni a médicos ni a ninguna otra guardia moral porque es mi vida y de nadie más. Mi ‘médico familiar’ es un hermano menor, pero jamás podría pedirle que me aplicara una inyección mortal, no por cerrado, sino por su cariño mal entendido hacia mí y su escasa formación universitaria en estos temas.
Prefiero entonces pastillas que juntas sumen 10 gramos de barbitúrico y que guarden muchos años su principio activo. La ventaja de los barbitúricos es que, con mucha precaución para evitar fraudes, se pueden comprar por Internet. Los guardianes de la moral ajena, gobierno, instituciones religiosas, universidades y televisión, también quieren controlar la muerte de los demás. La de ellos creen que nunca vendrá o que está lejos y en su optimismo suponen que no se- rá lenta y que contarán con ayuda fraternal y eficiente. Puede ser o no.