Viernes 9 de noviembre de 2018, p. 12
Actúan de manera casi clandestina. Primero observan, analizan el terreno. Se acercan cordialmente a los migrantes del éxodo, tratan de ganarse su confianza. Hecho eso, lanzan el anzuelo: ¿Quieres trabajo?
Se acercan a personas solas o a grupos pequeños. Ofrecen labores de limpieza del hogar, albañilería, trabajo en mercados, como electricistas, de pintores, como vendedores en tiendas. Cualquier oficio.
Nadie sabe si lo hacen de buena fe, para ahorrarse unos pesos (los migrantes están dispuestos a aceptar incluso la mitad del sueldo habitual) o para aprovecharse de su vulnerabilidad.
Un desconocido se acercó a cuatro jóvenes varones para ofrecerles trabajo en Veracruz, 10 mil pesos por cinco días para pintar una casa. Parecía una buena oferta, hasta que miembros de organizaciones civiles los alertaron de los riesgos que podían correr.
A mujeres jóvenes les han ofrecido jugosas ganancias en empleos de noche. Un par de ellas, relata que una mujer de gafas se les acercó, les dijo que eran muy guapas y que eso seguramente atraería a los clientes a una tienda de ropa. Les ofreció hasta 500 pesos al día y lugar de alojamiento. No nos dio confianza, preferimos decirle que no
. A una chica transexual le propusieron un trabajo en una florería. Pero dos cosas le generaron duda: era nocturno y forzosamente tenía que acudir travestida.
Y es que la prolongada espera en Ciudad de México, cinco días hasta ayer, los tiene desesperados. Alexander Alvarado dejó a su esposa y tres hijas en Honduras. Aunque vendieron algunas pertenencias para que su familia pudiera sostenerse mientras él emprendía la travesía, el dinero ya se acabó. Me urge llegar a la frontera y ponerme a trabajar
.
Originario del departamento de Francisco Morazán, este hombre ya ofrece trabajos de albañilería. Está dispuesto a cobrar 300 pesos por día (el ingreso común en México sería entre 500 y 600 pesos). Hace cálculos y asegura que en su país ganaría el equivalente en lempiras (moneda hondureña) a 150 pesos mexicanos.
Frente a la puerta seis de la Ciudad Deportiva, donde está el albergue, un hombre repartía comida entre los centroamericanos. Hablaba con ellos y tras varios minutos les proponía emplearlos con buenos salarios
. A Melissa, quien viene de Chulteca, le planteó ser trabajadora doméstica. En su país la chica hacía lo mismo: limpiaba la casa, lavaba trastos y ropa, planchaba y cocinaba, todo por el equivalente a 200 pesos,dice que aquí, haría lo mismo por 300.