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Vox Libris
Poesía reunida
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▲ Roberto Bolaño (1953-2003), narrador y poeta.Foto © Daniel Mordzinski/Editorial Alfaguara
Periódico La Jornada
Domingo 4 de noviembre de 2018, p. a16

El escritor chileno Roberto Bolaño se sintió siempre un poeta aunque el reconocimiento le llegó por su narrativa. Sus poemas profundizan en los temas esenciales de su quehacer escritural: el amor, la muerte, el exilio y la literatura. Con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial La Jornada ofrece a sus lectores fragmentos de Poesía reunida de uno de los exponentes más singulares de ese género en lengua española.

Una muchacha abre los ojos, se levanta,
abre la ventana, sale al patio.
En el patio hay hierba y rocío y basura,
hay ruedas pinchadas, roídas
por ácidos, esqueletos de bicicletas,
grandes trancas podridas en el suelo.
La Belleza. Tema de Composición.
La muchacha sale de la oscuridad
al patio, camina
tres o cinco pasos en dirección
a la cerca, levanta
los brazos, un escalofrío
la sacude, junta
las cejas en un gesto de disgusto,
se pasa el dorso de la mano
por la cara, vuelve
a la casa. La Belleza.
Tema para una franja.
Un pedazo de algo
iluminado por una cosa
parecida a la luz.
Pero que no es luz.
Algo parecido al gris,
siempre que el gris fuera luz,
o que la muchacha
estuviera un poco más quieta,
o que pudiéramos ordenar por bloques
el granito y las arpilleras.
Tema de Composición. La Belleza.
Un momento bucólico.
Todo el desorden se cuela
por una fisura llamada muchacha.
En ella hay dos o tres cosas
–dos o tres islas–
negociables. Pero no
la razón o el desencanto.
Pese a todos los inconvenientes:
un paisaje sólido.
La muchacha pone agua
en la tetera, enciende el gas,
pone la tetera a calentar,
se sienta sobre una silla de paja
y mientras espera
tal vez piense
en la luz que se mueve
ganando y perdiendo baldosas.
La Belleza no suspirará: querrá verlo
todo. Pero los regalos y la paciencia
son para ella:
cauce inevitable.
Tema. Espacio donde los ojos luchan.
Espacio, palabra, donde los ojos
imponen su voluntad.
La muchacha sale al patio.
La muchacha toma té. La muchacha
busca los terrones de azúcar.
A través de ese espejo ella busca
las colinas con costras de bosques verdes,
oscuros, los más distantes casi azules.
Tema de Composición. El Oxígeno.
Prepara sus arpilleras. Se sienta.
Hay rocas redondas como bacinicas.
Toma té. Remoja
la taza en un lavatorio de porcelana
que está sobre una banqueta de madera
sin desbastar. Bebe agua.
Luego bebe té.
Mira la lejanía: nubes.
Junto a ella emerge el esqueleto
de una bicicleta,
oxidado, pero firme aún el cuadro.
Tema de Composición. Una bicicleta
que es la Belleza y no la muerte.
No la amante salvaje
–la muerte–
corriendo por las calles
del sueño
simplemente porque ya no queda nada
por hacer. No los golpes
en la puerta de la cabaña abandonada.
La muchacha bebe té, lava
el vaso en el lavatorio, tira
el agua en el patio.
Luego entra en la casa
y tras un instante sale
con una chaqueta de lana
sobre la espalda. Como una santa
atraviesa la cerca
y empieza a diluirse
entre los abrojos y la hierba alta.
Ése es el tema de la composición:
la Belleza aparece, se pierde,
reaparece, se pierde,
vuelve a aparecer, se diluye.
Al final sólo escuchas
las pulsaciones de un pozo,
que es tu corazón.

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Sucio, mal vestido

En el camino de los perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
sucio, mal vestido y lleno de amor.
En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.
Un camino que sólo recorren los poetas
cuando ya no les queda nada por hacer.
¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!
Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar
por las hormigas rojas y también
por las hormigas negras, recorriendo las aldeas
vacías: el espanto que se elevaba
hasta tocar las estrellas.
Un chileno educado en México lo puede soportar todo,
pensaba, pero no era verdad.
Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían
unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,
el río del ser, el río del ser, el éxtasis
que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.
Sumulistas y teólogos, adivinadores
y salteadores de caminos emergieron
como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.
Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.
Sólo el amor y la memoria.
No estos caminos ni estas llanuras.
No estos laberintos.
Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.
Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.
Soñé con detectives helados en el gran
refrigerador de Los Ángeles
en el gran refrigerador de México DF.

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