Martes 23 de octubre de 2018, p. 15
Con la convicción de que el perdón y la reconciliación son el camino necesario para alcanzar la paz en el país, familiares de víctimas de la violencia, la delincuencia, la inseguridad y la impunidad, hablaron de sus historias y la forma en cómo, tras un largo proceso, lograron absolver a los victimarios.
No fue fácil. El odio, el rencor, la sed de justicia y la rabia frente a la impunidad son impedimentos para alcanzar primero la paz consigo y después con los agresores.
Durante el foro Perdón y reconciliación, ayer en la Hacienda Covarrubias, una veintena de personas –víctimas directas o indirectas– narraron la importancia del perdón y los obstáculos que libraron para sentirse aliviados. Por ello, destacaron la importancia de que quienes han sido objeto de violencia trabajen en sus procesos particulares de perdón y así alcancen la paz social, planteamiento del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
Para Luis Antonio Vázquez, indultar abre paso a la reconciliación con uno mismo en principio y luego hacia los otros. No obstante, dijo que el perdón no exime responsabilidad política ni implica impunidad.
Hace ocho años, a Guadalupe López, de Ciudad Juárez, Chihuahua, le asesinaron al mayor de sus tres hijos, un destacado abogado que luchaba por la justicia de los sectores más vulnerables. El rencor, el resentimiento y el dolor se apoderaron de ella.
Su obsesión por la justicia la llevó a una trágica soledad, pero gracias a un proceso de reconciliación y perdón logré alcanzar la paz. Al final fui la mayor beneficiaria
.
Silvia Aguire, también de Juárez, perdió a su hermano en Tijuana. Lo mataron personas que él había contratado para ayudarlos. Hoy se dice convencida de que perdonar a los agresores y reconciliarse son los mejores elementos para alcanzar la paz en el país. Ser víctimas sin estos componentes nos tenía atados; vivir ese proceso nos ha liberado
.
Patricia Martínez Téllez encontró la paz tras más de 20 años de buscar justicia. Hace 27 años su esposo fue asesinado y tras buscar diferentes formas de estar tranquila, logró perdonar a los agresores. Me reconcilié conmigo, me enseñaron a perdonar aunque me hubieran lastimado y ofendido. Si queremos paz, hay que aprender a perdonar
.
Hace 16 años, cuando bajaba del transporte público, Esteban Magdaleno fue secuestrado en Ciudad de México. Tras varios tormentos y agresiones, apareció cinco días después en Mazatlán, Sinaloa, en un vagón abandonado. Vivió un infierno, dijo, y al no poder superarlo lo hizo padecer a su familia y amigos.
Tras varios años de pesadilla, logró perdonar a sus victimarios, aunque nunca los volvió a ver. Démosle oportunidad a los ofensores, porque nosotros en alguna ocasión también hemos ofendido a alguien
.