ace 50 años, los estudiantes de las vocacionales y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) protagonizaron una resistencia combatiente contra el Ejército y el infame cuerpo de granaderos en sus escuelas y barrios circundantes. Se reveló un nuevo actor en la pugna de los estudiantes frente al gobierno: la gente de Santa María, Zacatenco, Tlatelolco y otras del rumbo; hospederos, vecinos o parientes de los miles de jóvenes del IPN hijos de obreros o campesinos procedentes de todo México. En septiembre de 1968, al agravarse la irracional persecución contra el estudiantado, con la universidad ocupada por las fuerzas armadas, las organizaciones politécnicas del Consejo Nacional de Huelga determinaron resistir la inminente ofensiva contra sus escuelas.
La detención de Oralia García Reyes, de 14 años, en la aguerrida defensa estudiantil de la Vocacional 7, generó un clamor por la liberación de la muchacha. Renato Leduc escribió por Oralia en Siempre!, presentándola como una niña detenida, víctima de una monstruosidad, una chiquilla agredida por la policía. Su hermano Jaime García Reyes, dirigente del movimiento, recordaría 20 años después la intensidad de las batallas del Politécnico: “Se iba creando un clima de violencia muy agudo. Así, al llegar al sábado 21 de septiembre supimos que otra vez venían los granaderos. Nos preparamos desde la mañana.
“Consideramos que la represión no tenía posibilidades si era a través de un enfrentamiento. Nos dedicamos a provocarlos para que se acercaran. En la Voca 7 confeccionamos bombas molotov y las subimos a los techos de Tlatelolco. Un espectáculo padrísimo fue ver a los niños con cucharas, escarbando y sacando piedras, porque la Unidad Tlatelolco estaba empedrada, y subían enormes cantidades de piedras a los edificios. Quemamos trolebuses, patrullas, un jeep de Tránsito, interrumpimos el tráfico por San Juan de Letrán; eso fue durante el día mientras los ganaderos en ese momento estaban muy ocupados enfrentando a los estudiantes en Zacatenco.” Rompieron los semáforos de Reforma para ganar tiempo.
En ese tono va la entrevista con David Vega, Fernando Hernández Zárate y García Reyes Las batallas de Politécnico para el reportaje colectivo Pensar el 68, libro de Cal y Arena (1988), a propuesta de Hugo Hiriart para pensar
con los protagonistas del movimiento estudiantil 20 años después; primero fue un número especial de la revista Nexos que coordiné con el propio Hiriart. Para los ex dirigentes politécnicos, la entrevista implicó una fuerte experiencia. Se abrazaron, emocionados, calculando los 15 o 17 años que llevaban sin verse y, de inmediato, casi con prisa, se pusieron a contar sus vidas y corregir mutuamente su relación de los hechos. Pusieron en marcha la memoria común de la última guerra civil que ha vivido la Ciudad de México: la defensa de Zacatenco y el Casco de Santo Tomás hace medio siglo.
Relata García Reyes que cuando los granaderos llegan a la Voca 7, “los atacamos por todos lados... la gente de Tlatelolco descubrió que los bóilers automáticos, entonces una novedad, permitían tener agua muy caliente para echárselas a los granaderos”. Y añadía: Para el 23 de septiembre, las escuelas se habían transformado en nuestras casas, sobre todo los que veníamos de provincia
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El activismo y la conversación con los barrios eran intensos. Llegada la defensa de Santo Tomás nuestra actitud frente a los granaderos había cambiado. Avanzábamos, nos enfrentábamos, los estábamos esperando
. Confeccionaron bazucas con cohetones y tubos de agua. Ametrallaron a policías y soldados con los miles de tuercas en tres peroles proporcionados por ferrocarrileros y gente de Tepito y Peralvillo.
Los jóvenes literalmente estaban dando guerra. Respondían a gases, balazos, cargas de la policía montada, disparos del Ejército. Hubo heridos, muertos, detenidos. Las vecindades acogieron a heridos y fugitivos. La ocupación se consumó en Santo Tomás y Zacatenco.
David Vega remataba en aquella entrevista: Cuando por fin entran el Ejército y la Montada, no agarran a nadie. Encuentran compañeros muertos en Medicina, pero nada más
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