esde hace casi 30 años los distintos gobernantes de Ciudad de México han tomado medidas para mejorar la calidad del aire que respiran millones de habitantes. A ellas se suman las acordadas con las entidades vecinas, pues la contaminación atmosférica no respeta divisiones geopolíticas. Lo logrado hasta hoy en buena parte se debe a las sugerencias de especialistas que han demostrado los daños que causan el plomo, las partículas, el ozono, el dióxido de azufre o el carbono en la gente y el ambiente. Cabe citar los trabajos pioneros del doctor Humberto Bravo, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México; el grupo que sobre plomo presidió el doctor Eduardo Palazuelos; los de Jorge Legorreta en el Centro de Ecodesarrollo, y los del Instituto Nacional de Salud Pública.
Un día sin auto, verificar el parque vehicular dos veces al año, gasolina libre de plomo, destacan entre las medidas tomadas por las instancias oficiales. Además, coches que producen menos gases dañinos. Pero eso no basta para que la cuenca de México disfrute de aire más puro. Prueba de ello es la recomendación que sobre el tema dio a conocer recientemente la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en la que sostiene que ocho de cada 10 días del año se registran altos niveles de contaminación del aire en varias zonas de Ciudad de México. Esto ocasiona enfermedades en la población e incide en la muerte de miles de personas en la capital del país y en otras megaurbes.
La CNDH afirma que los elevados niveles de contaminación se deben especialmente a las emisiones del sector industrial y por el uso de vehículos automotores, cuyo número crece cada año. Se calcula que diario en la cuenca de México se suman más de mil autos nuevos a la circulación. Agrega la generación de electricidad con combustibles fósiles, la ganadería, las promesas incumplidas por el sector público, como gasolina con menos contenido de azufre. O que en muchas ciudades los sistemas que miden y alertan sobre la mala calidad del aire no funcionan bien o se carece de ellos. Y por si fuera poco lo anterior, las normas vigentes aquí para medir el nivel de ciertos contaminantes son obsoletas frente a lo que fijan los organismos internacionales relacionados con la protección de la salud pública. Hay normas, afirma la CNDH, que no se actualizan desde hace 25 años.
Y si hay problemas con la calidad del aire, los hay también con el agua. Pese a existir leyes muy claras sobre la obligación de los centros urbanos y la industria de tratar las aguas negras que producen, ninguna ciudad cumple con ellas. Igual sucede con la industria, que no controla sus emisiones contaminantes. Ello explica por qué las principales cuencas hidrográficas (Lerma-Chapala-Santiago, Pánuco, Atoyac, Blanco, Grijalva) están muy deterioradas. Además, el sector público no dispone del personal suficiente para hacer cumplir la ley, lo que también afecta a las concesiones otorgadas para usar el líquido en el agro y la minería. El gobierno federal gasta millones en publicitar sus grandes logros, pero falta dinero para que funcionen adecuadamente instituciones como la Comisión Nacional del Agua, que cuenta con especialistas de muy buen nivel.
Llueve en todo el país, inundaciones, por doquier. Hasta en Sinaloa causan muerte. Las faraónicas obras tantas veces elogiadas durante su sexenio por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y por el de Enrique Peña Nieto cuando gobernó el estado de México... insuficientes. Nos aseguraron que con ellas terminarían las inundaciones en la capital del país y su área conurbada. La realidad prueba lo contrario.
El futuro gobierno promete solucionar los problemas de la contaminación atmosférica y del agua. Debe comenzar por combatir la corrupción y la impunidad; por ofrecer un transporte público moderno que desanime el uso del automóvil; igual debe ocurrir con el concesionado. Impulsar energías alternas, limpias, y garantizar hidrocarburos menos contaminantes. Hacer que se cumpla la norma sobre el tratamiento de aguas negras de los centros urbanos y la industria. Y que quien contamine, pague mucho más por el daño que ocasiona.