Recuperación, pero no para todos
ste mes se cumplen 10 años de que estalló la crisis económica más seria que Estados Unidos sufriera después de la que colapsó la economía de ese país en la década de los años 30. A diferencia de la de 1930, cuando el mercado financiero jugó un papel directo, la crisis que estalló en 2008 se debió en primer término a la especulación inmobiliaria, cuando todo el andamiaje relacionado con el sector inmobiliario se aprovechó para hartarse de ganar dinero. Es famosa la conversación entre el entonces secretario del Tesoro estadunidense cuando se le preguntó: ¿Cómo fue que esto sucedió?
, y él respondió: Estábamos ganando mucho dinero
. Ficción o realidad, en la respuesta había algo de sarcasmo y de cinismo. La ambición y la ganancia de unos cuantos marcaron uno de los momentos más críticos en la Unión Americana hace 10 años, pero sus secuelas aún se dejan sentir. La crisis se superó con las decisiones conjuntas del Congreso, el Banco Central y el gobierno de Barack Obama. Pero fueron la mayoría de los estadunidenses quienes con sus impuestos evitaron la quiebra del sistema financiero en su totalidad y para estos últimos la recuperación no parece haber llegado del todo. Es absurdo medir el crecimiento económico pretendiendo que tiene un impacto parejo en toda la población. Por ello, establecer una media en el ingreso y considerar que es aplicable a la población en general es equivocado. Es obvio que entre los deciles más altos y más bajos de ingresos hay gran diferencia, y que la recuperación no ha sido pareja. Meter en el mismo costal a quienes gracias a ella perciben hoy 200 mil o más por ingresos mensuales y los que perciben 15 mil es una aberración.
Nos recuerda David Leonhart, en un artículo editorial ( New York Times, septiembre 16), que hace más de un siglo fueron creados los indicadores que miden el crecimiento económico y el nivel del empleo, sin embargo, el contexto en que fueron creados ha cambiado radicalmente. Es menester revisar sus alcances en un contexto actual, integrando la calidad de bienestar en que se supere la frialdad de sus números. Independientemente del rigor técnico con que los indicadores se construyen, se omite en ellos el factor humano, y de esa manera también se omiten las condiciones reales en que viven millones de personas. A los indicadores les falta un complemento, al menos en Estados Unidos, para ofrecer una idea más clara del alcance de la recuperación de la economía, después de un descalabro como el que sufrió hace una década.