a determinación del presidente Andrés Manuel López Obrador de reconocer que las fuerzas civiles del orden son incompetentes para seguir combatiendo a la violencia y, por ende, aunque transitoriamente, las tropas seguirán en las calles, abre una necesaria meditación inteligente, realista y flexible sobre esta trascendente situación. A ese reconocimiento hay que darle contenido.
El mayor mérito de la postura presidencial radica en que, por primera vez se ve la luz al final del túnel, implica mucho que hacer, que rediseñar, pero al fin está claro ¡Hay que ajustar muchas cosas!
La receta parece ser: aceptemos las realidades, cumplamos hoy con los recursos disponibles y dispongamos el cambio trascendental.
La primera idea que surge de esa asunción de realidades es la característica más vigorosa que nadie piensa que sea lo deseable. Ni gobierno, incluidas las fuerzas armadas, ni opinadores ni pueblo en general. La segunda idea destacable es la aceptación de realidades por parte del presidente, quizá alimentada por la exposición de la situación nacional en materia de violencia que se le presentó en la Sedena y la Semar, por hoy las instituciones mejor informadas del país. En ellas se exhibieron las vastas regiones del territorio en las que no hay ley, no hay autoridad, en síntesis, no hay Estado. En términos figurativos es un territorio perdido. Vivimos en un contexto de nueva definición, autoridades, pueblo y país que demanda nuevas ideas y su ejecución.
La tercera idea es que todos los sectores arriba mencionados habremos de remar contra la corriente de la adversidad. La violencia crece. Crece en propagación, cambia de métodos, de mecanismos financieros, de abasto de armas, de autoridades coludidas, de corromper a la sociedad. Como amiba se mueve y reproduce. El gobierno nacional ha perdido por lo menos 20 años en esta carrera tan sui géneris. El apremio del momento actual nos involucra a todos, a los creadores de ideas trascendentes, a sus ejecutores, a los críticos, a la sociedad abierta. Increíble, pero aún falta de identificar la dimensión del caos que ahoga al país, no hemos visto el horizonte de ese estado adolorido en que subsistimos. Así de grande es el problema.
Habrá que rediseñar todo. La política pública correspondiente, que está aún en vías de diseño, habrá de reconocer todo lo que falló en estas dos décadas, corregirlo y sumarle nuevas cualidades. Fallaron, en lo genérico Inteligencia Criminal y coordinación de autoridades de todo nivel, incluida la cooperación internacional. Falló el dar un contexto legal de actuación de las tropas, contexto siempre mencionado, pero nunca explicitado ni aun por ellas. En lo concreto, faltó un desarrollo sustantivo de las fuerzas policiales y una mejor operación. Sobraron palabras, retórica, simulaciones, engaños aun a las propias falanges policiales que de algún modo fueron traicionadas por sus mandos políticos.
El enemigo al frente es y será el crimen vigente, expandido, pulverizado, inasible, irreducible con los métodos arcaicos. El enemigo interno, es la ignorancia, impunidad, corrupción, simulación e ineficiencia de las autoridades garantes y una sociedad doliente pero aún pasiva que sólo eventualmente es crítica y propositiva. Es aquí donde la idea de revocación del mandato adquiere sentido.
Parte del reto es la adecuación de ciertas instituciones, incluidos los ejércitos que, hechos para otras realidades, hoy están ante un reto impensado que exige también su readecuación. Hasta el momento, después de 14 años de existir, ¿qué aportaciones hizo la Unidad de Inteligencia Financiara de la SHCP? O hasta dónde será un factor de aportaciones valiosas la Fiscalía General de la República. Y cuál será la respuesta de las fuerzas armadas a las que se les requerirá capacidad de examen de sus actualidades, un sentido progresista y una gran energía aplicada al cambio.
Remar aguas arriba implica sí, un gran esfuerzo de todos y en ello va la cohesión social, característica obligada para los pueblos que enfrentan condiciones definitorias de su destino. En ello está comprometido el Estado en su conjunto. Más que nunca un cambio sólo será posible mediante la aportación universal de la nación.