Martes 4 de septiembre de 2018, p. 5
En pleno siglo XXI situaciones como la ocurrida en el Museo Nacional de Brasil ‘‘no deberían pasar”, sostiene la directora en México de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Nuria Sanz.
Apunta que las autoridades de ese recinto pidieron ayuda en varias ocasiones, ‘‘petición que fue negada. Habían solicitado un crédito bancario para acometer este trabajo y que está en proceso de revisión. Desgraciadamente la comunidad internacional tiene que decir que es demasiado tarde. Lo lamentamos profundamente”.
La Unesco trabaja con el Consejo Internacional de Museos (ICOM). ‘‘Es un organismo asociado a todas nuestras tareas con un montón de subcomités especializados, pero el comité de seguridad por supuesto es fundamental. Las grandes infraestructuras culturales deben tener un sistema de mantenimiento equiparable al valor de sus colecciones, y no me refiero al valor pecuniario, sino lo que significa para la dignidad del pueblo, su diversidad y su compromiso con la comunidad internacional.
‘‘Las directrices de la Unesco en torno a la importancia de la salvaguarda de esa diversidad en los museos y el papel activo de los museos está en todos nuestros proyectos de informes mundiales.”
Los temas de seguridad del ICOM van más allá de la protección para evitar el tráfico ilícito y se ocupan de fomentar la cultura de lo que significa el mantenimiento de los recintos, explica Sanz.
‘‘No recuerdo ninguna pérdida de la magnitud de lo que ocurrió en Brasil”, añade, aunque sí la de patrimonio en Irak, la ex Yugoslavia y Afganistán, ‘‘la destrucción deliberada por una guerra”.
Se refirió a lo ocurrido en Irak, la destrucción de la biblioteca de Sarajevo y los budas de Bamiyán. En uno se llegó más a tiempo que en otro como parte de la comunidad internacional. ‘‘El desastre en Bamiyán, pese al trabajo multilateral, acabó en destrucción definitiva, pero no recuerdo una catástrofe de museo.
‘‘La que siempre mencionamos es la pérdida del Real Alcázar de Madrid”, que se incendió en 1734 y donde se destruyeron documentos, estatuas y lienzos. ‘‘Seguro ha habido otros casos, pero no los recuerdo. En el siglo XXI, estas cosas no deberían pasar”.