a sesión de apertura del primer periodo de sesiones de la 64 Legislatura, realizada el sábado anterior en el Palacio Legislativo de San Lázaro, fue una vitrina en la que se exhibió el atraso político de las bancadas que integran las dos cámaras del Congreso de la Unión.
Correspondía a los representantes de las fuerzas políticas usar la tribuna para exponer sus respectivos posicionamientos ante el gobierno que termina y frente al que iniciará funciones el próximo primero de diciembre, y cabía esperar, en consecuencia, balances –defensivos o críticos, pero balances– del gobierno de Enrique Peña Nieto y propósitos programáticos de cara al que encabezará Andrés Manuel López Obrador.
En cambio, la sesión quedó marcada por la demagogia, el oportunismo y la insustancialidad de los oradores de los partidos de la Revolución Democrática (PRD), Verde Ecologista de México (PVEM) y Movimiento Ciudadano (MC), a los que se agregó de colado
el senador sin partido Emilio Álvarez Icaza; el azoro del panista Juan Carlos Romero Hicks y la insólita arrogancia de la lideresa priísta, Claudia Ruiz Massieu, y por los deplorables griteríos del grupo ampliamente mayoritario de Morena, triunfador incuestionable en los comicios del primero de julio anterior.
Es preocupante que, transcurridos dos meses de esos comicios, los legisladores ganadores no hayan asimilado la significación de ese vuelco electoral histórico y sigan comportándose como si estuvieran en campaña, y lo que es peor, desde papeles que ya no les corresponden.
La dirigencia del tricolor, gran derrotado de esa elección, se sigue expresando con una prepotencia fuera de lugar; los legisladores de Morena actúan como si aún estuvieran en la oposición –y en el Congreso de la Unión no es el caso–, los representantes de PVEM, MC y PRD persisten en actitudes acomodaticias y carentes de propuestas y el panista evidencia, en su discurso, que Acción Nacional no ha superado el desconcierto de su fracaso en el reciente proceso comicial.
A pesar de los esfuerzos del presidente del Congreso, Porfirio Muñoz Ledo, por mantener el concierto y las maneras durante la sesión, ésta quedó marcada por la notoria carencia de sentido parlamentario. Es claro que la lógica de los cuerpos legislativos demanda que sus integrantes conozcan y respeten los reglamentos y leyes orgánicas que norman el comportamiento en las sesiones.
Como indica la etimología del nombre, un parlamento es un mecanismo basado en el diálogo y la discusión, y para que pueda cumplir con su función los contendientes deben recurrir a argumentos sólidos, no a consignas, decibelios o maniobras discursivas efectistas y politiqueras.
La circunstancia nacional presente suele ser descrita como la antesala de una gran transformación que pasará, sin duda, por reformas de fondo al marco legal. Si la formación política mayoritaria pretende realizar esa tarea con legitimidad y credibilidad, y si las oposiciones buscan participar en ese proceso, sea para respaldarlo, para resistirlo, para enriquecerlo o para moderarlo, una y otras deben actuar en una forma distinta a la que se vio en la sesión inaugural del sábado.