“Por los caminos del sur,
vámonos para Guerrero,
porque en él falta un lucero
y ese lucero eres tú.”
ndrés Manuel López Obrador ha expresado que una de sus prioridades será el sur de México. Acciones como el proyecto del tren maya que tratará de unir los puntos turísticos de la región. Al mismo tiempo se desprende que de los resultados de aquél se apartará de la marginación a los oaxaqueños.
La situación en Oaxaca empeora cada día. Las posibilidades de diálogo gravemente deterioradas y la estabilidad y gobernabilidad no sólo en ese estado sino en el país se ven amenazadas. Episodios denigrantes y sombríos, cancelación de la razón, confusión, desasosiego e incertidumbre. Todo se desarticula mientras la irritación y la violencia crecen con escasas posibilidades de diálogo civilizado, donde predominem la estabilidad y los derechos humanos. Un ejemplo simboliza la situación: los graves problemas en los ciclos escolares durante los años recientes.
El sur: aparte de Oaxaca, Guerrero y Chiapas son el referente perdido, bruscamente desarticulados, sin refugio. Desbancados como sujetos de derecho, vapuleados por el azar, la mentira y la incontinencia, el sur está en condición marginal, en la exclusión.
La intolerancia, definida en esencia como el rechazo brutal e incomprensivo hacia lo diferente, se está diseminando por el país. Su opuesto, la tolerancia, implica el respeto, la aceptación y el aprecio a la diversidad de formas de pensamiento y de simbologías con diferente expresión. Sus raíces emanan del conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento. Sólo mediante la tolerancia puede lograrse la convivencia armónica y el respeto mutuo. Esta se traduce en una actitud activa, de reconocimiento de los derechos del otro. Pero para lograr este estado, y hablando del otro, debemos entender que en el conflicto actual no sólo tiene que ver aspectos de política, legalidad y justicia. En todo este embrollo subyace un fenómeno por demás intrincado que se refiere a la diferencia entre grupos opuestos. Me refiero no sólo a la oposición entre pobreza y riqueza, derecha o izquierda sino a un aspecto que tiene que ver con diferencias más complejas que conducen a la falta de entendimiento profundo entre los grupos: las diferencias entre lenguajes, es decir, las diferentes simbologías de los grupos de población.
El sujeto marginado, carenciado, es portador de una estructura de pensamiento distinta a la del individuo civilizado
de la ciudad que no ha sufrido estas carencias, esa marginación. Incluido en las instituciones ha sido asimilado por la sociedad y el sistema, no lleva a cuestas una sucesión de traumas acumulados sin elaboración, como vivencian los marginados.