sta es la cuestión que todos los individuos y los grupos anti-Trump se preguntan hoy, con regularidad y en voz alta. Confían por supuesto en que la respuesta sea positiva, pero no tienen la seguridad de que obtengan tal respuesta.
Ésta es la pregunta que los simpatizantes de Trump y los políticos republicanos se hacen en privado, buscando reafirmación, y que la respuesta sea negativa.
Esta cuestión es debatida también por los políticos demócratas, confiando en obtener una respuesta positiva. No obstante, ellos lo discuten más públicamente que sus contrapartes del Partido Tepublicano.
Ésta es la pregunta que a la mayor parte de los analistas que busca una respuesta (que no esté influida por las preferencias políticas) les parece imposible ofrecer sin las evasivas que señalan múltiples incertidumbres.
Pero es también una cuestión ante la que los individuos, los grupos y los políticos de todas las franjas y todos los niveles de actividad tendrán que sacar una conclusión bastante pronto si quieren lograr sus objetivos en el relativo corto plazo. En particular porque se aproximan las elecciones de noviembre de 2018 en Estados Unidos, y es más y más difícil evadir una respuesta firme.
Finalmente es la pregunta que, quienes deciden en otros países, tienen que responder para poder elegir so pena de que la elección la hagan otros, y como tal el resultado no sea de su agrado.
En suma, es una cuestión imposible, pero también ineludible. De hecho, el mes de julio de 2018 ha sido un mes muy malo para Donald Trump, lo que me conduce a sugerir las vías por las que su futuro es mucho menos rosa de lo que él esperaría y desearía. La persona que probablemente más concuerda con esta afirmación, pero muy en lo privado, es el propio Donald Trump.
Un asunto público que lleva algún tiempo es si el gobierno ruso intervino de algún modo en las elecciones estadunidenses de 2016, actuando para ayudarlo a convertirse en presidente. Y, si lo hizo, ¿sabía Trump de esto y se coludió
con sus acciones?
Varias cosas en julio hicieron la situación mucho peor para Trump. Hubo una reacción muy negativa por el hecho de que ocurriera una reunión personal, uno a uno; por el simple hecho de que ocurrió la reunión; por la descripción que hizo Trump del presidente Putin, de Rusia, que fue tan afable, y porque Trump parecía creer más en Putin de lo que e creyó a su propio personal de inteligencia.
La reacción fue tan fuerte y tan pronta que Trump se retractó de lo que dijo y de cómo lo dijo. Luego se desdijo de lo que se había retractado e invitó a Putin a visitar Estados Unidos. De nuevo la fuerte reacción popular fue muy fuerte pues parecía estar reafirmando su confianza en Putin.
Luego se retractó de la invitación, remitiendo la discusión en torno a ésta a un momento electoral posterior a 2018. La confusión causada por estas afirmaciones de aquí para allá incrementó el número de personas, dentro de varios de sus electorados, que antes le habían dado el beneficio de la duda y que ahora cesaron de hacerlo.
Peor aun, el reiterado alegato de Trump de que era falsa la noticia de una colusión con los rusos fue confrontado de repente con datos duros. Michael Cohen, hasta hace poco el ultra leal abogado de Trump, grabó en secreto sus conversaciones con Trump. Éstas parecen mostrar que Trump estaba consciente de pagos a prostitutas que aseveran que él durmió con ellas por un largo periodo. Cohen ya no está dispuesto a pagar el precio de una lealtad que no sea recíproca.
En el mismo mes, Trump asistió a una reunión de la OTAN de cabezas de Estado y gobierno. Ahí atacó abiertamente a casi todos los aliados tradicionales de Estados Unidos. Amenazó retirarse de la OTAN si no se conformaban a sus demandas.
Una vez más, abundó la incertidumbre acerca de qué es lo que haría. La Unión Europea (UE) respondió aceptando un gran cuerdo de mercado común con Japón, antes uno de los aliados más seguros de Estados Unidos. De modo semejante, Canadá respondió a los aranceles de Trump con unos contra-aranceles, como lo hicieron varios países de Europa occidental. Esto exacerbó las tensiones al interior de la UE entre los viejos
miembros y los nuevos y muy nacionalistas miembros de Europa Oriental. Pero los europeos del este no estaban seguros de si podían confiar en que Trump los defendiera de lo que perciben como amenazas por parte de Rusia.
Los aranceles también molestaron a dos grupos estadunidenses de importancia. Uno es el de los agricultores cuyos productos se vieron directamente afectados por los contra-aranceles y por el incremento en el precio de sus productos donde todavía les permitieron venderlos sin aranceles.
Trump se vio forzado a asignarle fondos de asistencia a los agricultores. Los agricultores vieron esto como una medida de corto plazo que no se sostendrá en el plazo más largo. Y los pagos de corto plazo molestan a las facciones ultra-derechistas del partido republicano. Trump se halló entonces sitiado en varios frentes a la vez. Y estos varios grupos están menos seguros que nunca de que puedan contar con que Trump enfatice sus preocupaciones primordiales.
En ese momento, de manera muy inesperada, Trump se reunió con Jean-Claude Juncker —que hablaba por la UE. Acordaron posponer todos y cada uno de los nuevos aranceles hasta después de las elecciones de 2018.
En efecto, Trump abandonó, por el momento, la acción más seria que intentaba. A cambio, recibió una concesión menor de parte de la UE en lo relativo a la soya. Trump lo proclamó como una victoria. Para mí se lee como una derrota, una que Trump tuvo que pintar de otro color.
Si esto no fuera lo suficientemente preocupante, un juez federal permitió que continuara en la corte una peligrosa demanda para Trump. La demanda argumenta que la así llamada cláusula de emolumentos de la Constitución, diseñada para contrarrestar la corrupción, estaba siendo violada por las ganancias y ventajas que Trump recibía a través de sus propiedades, cuando estas propiedades las utilizaron gobiernos extranjeros.
La demanda seguirá por muchos años. Pero el efecto de esto será forzar a Donald Trump a revelar muchas de sus entradas personales, como parte de su defensa, así como las de su familia. De la misma manera podría forzarlo a publicar sus declaraciones fiscales.
Entretanto, Trump mantiene que la desnuclearización de Corea del Norte procede bien. Sin embargo, todo lo que tiene para mostrar es el retorno de los restos de cuerpos que se perdieron en la guerra.
En Irán, Trump sigue amenazando con guerra, y dice que intenta renunciar al acuerdo firmado por Estados Unidos, pese al hecho de que los términos del acuerdo son menos porosos que cualquier cosa que busque hacerle firmar a Corea del Norte. ¿Se involucrará realmente Trump en acciones militares? Incluso los israelíes están dudosos, pues intentan crear una situación que lo fuerce a dejar de parlotear. Alardear en política exterior no es la propuesta de alguien que va ganando. Revela debilidad, algo que Trump aborrece.
El resultado más positivo para Trump puede ser algo negativo. Decidió entrar a las primarias republicanas y respaldar candidatos, que luego tendrían que competir a favor de Trump. Su respaldo ha hecho posible que los candidatos de la ultra-derecha ganen. Muchos analistas, incluidas figuras del establishment republicano, se preocupan de que la consecuencia sea que gane algún candidato demócrata a senador, representante o gobernador.
El fondo del asunto es que las acciones reales de todos los actores estarán basadas en cómo aprecian la fuerza de Trump y no en su retórica. En julio de 2018, Trump vociferó con su retórica y fue dudoso en la acción. En un mes o dos más, si esto continúa (y hay todas las probabilidades de que así sea), lo negativo avasallará las pretensiones.
La pregunta final será entonces: si Trump realmente está en aprietos, ¿quién se beneficia?
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein