nteayer, víspera de mi cumpleaños, recibí dos regalos singulares: sendas cartas de personas muy respetables que están recluidas desde hace 10 meses en cárceles españolas.
Su delito no es del orden común. De ser así, tiempo ha que estarían en la calle. Su detención, ilegal según los mejores juristas europeos, es obra y gracia del gobierno de ese país que cada vez se asemeja más al del Caudillo de España por la Gracia de Dios
generalísimo Francisco Franco. De esta manera se confirma la opinión de algunos estudiosos de la sociedad de que el fascismo es endémico en la mayoría de los españoles y está creciendo a pasos agigantados.
Dicho, pues, con todas sus letras, se trata de presos políticos.
Uno de ellos era diputado al Parlamento de Cataluña cuando fue encarcelado por haber votado en favor de la legítima aspiración de independencia de ese país.
¿No defendíamos cuando nuestro gobierno tenía vergüenza mexicanista y esgrimir el derecho de autodeterminación de los pueblos?
Me escribió desde su suite de Estremera el 15 de junio. La carta tardó más que cuando éramos colonia de España, igual que lo sigue siendo Cataluña ahora.
He aquí la parte medular de lo que me dice:
Estimado José Maria. ¡Muchas gracias por esta solidaridad transoceánica! Impacta mucho, desde la cárcel, recibir muestras de apoyo desde México, una nación que históricamente fue clave para entender al exilio catalán después de la guerra.
Desgraciadamente, después de tantos años tenemos que volver a hablar de exilio y de presos políticos, en pleno siglo XXI y en el contexto de la Unión Europea.
Nosotros procuramos diariamente mantener la dignidad de lo que representamos como elegidos por el pueblo de Cataluña, desde la convicción de que es imposible encarcelar la voluntad democrática de la gente.
La otra procede de Soto del Real, también en la España más negra y profunda, y carece de fecha. He aquí lo primordial:
La existencia de presos políticos muestra la grave vulneración de los derechos humanos en el Estado español. Representantes cívicos y políticos escogidos democráticamente estamos privados de libertad por haber ejercido pacíficamente derechos fundamentales, lo cual es un hecho intolerable en la Europa del siglo XXI.
Gracias por el respaldo que recibimos día tras día: nos querían aislar y estamos cada vez más unidos que nunca, nos tenemos los unos a los otros y no desfalleceremos en defensa de la democracia.
Seguimos mostrando al mundo lo mejor de cada uno de nosotros. Frente a la rabia, ternura; frente a la tristeza, esperanza, y frente a la cárcel, paz y libertad.
El autor de esta carta es simplemente el presidente de una asociación civil defensora de la cultura catalana. Ni siquiera en la época de Franco osaron encarcelar a su dirigente.
Contra estos defensores pacíficos de los más elementales derechos se manifestó el actual gobierno de México de manera clara y precisa. Esperemos que el nuevo proceda a recuperar la dignidad que antaño esgrimimos con toda la autoridad en el ámbito internacional, en vez de la abyecta y antimexicana postura de hogaño.
A Jordi, Josep, Carmen y todos los demás.