l jueves pasado el presidente estadunidense, Donald Trump, retomó sus ataques contra México durante un acto ante simpatizantes en la ciudad de Pensilvania, en el cual también anunció un enésimo endurecimiento de su política migratoria. Al arengar a su público, el mandatario afirmó que los violentos dichos con los que arrancó su carrera hacia la Casa Blanca, cuando calificó a los migrantes mexicanos como violadores y criminales, se quedaban cortos respecto al mal que quienes ingresan sin documentos representan para Estados Unidos.
Esta embestida disipa de nueva cuenta las expectativas de una relación bilateral basada en el respeto y en las más elementales normas de la diplomacia. Cabe recordar que, desde el día posterior a las elecciones presidenciales que tuvieron lugar en nuestro país el primero de julio, el magnate y miembros de su entorno emitieron diversas señales de entendimiento y buena voluntad hacia el virtual presidente electo, lo cual pareció abrir un punto de inflexión tras meses de desaires al Ejecutivo en turno.
Como ya había ocurrido antes, los dichos de Trump fueron proferidos mientras representantes del más alto nivel del gobierno mexicano –en esta ocasión, los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, y de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal– se encontraban en Washington para abordar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por lo que no sólo suponen una afrenta contra quienes arriban a Estados Unidos en busca de refugio o de oportunidades económicas, sino, por decir lo menos, una falta de tacto que no debería quedar sin respuesta oficial.
Por lo demás, estos vaivenes declarativos son bien conocidos como el sello del político republicano, y a estas alturas resulta difícil llamarse a sorpresa por ellos. En cuanto al equipo que tomará las riendas de México a partir de diciembre, la agresión verbal supone un recordatorio de que no se puede contar con la palabra de Trump, y de que las indispensables relaciones con nuestra nación vecina del norte deberán plantearse en términos de firmeza e irrestricta defensa de los intereses nacionales.