Trump: un rapidín telecero // Firmas o me voy // Tratado en discordia // Telenovela bilingüe
igue la luna de miel: en respuesta a anterior comunicación que había recibido de México, Donald Trump envió una misiva a Andrés Manuel López Obrador que incluye el siguiente párrafo: Gracias por su amable carta y felicitaciones por su elección; ambos logramos el éxito electoral al proveer una visión clara para hacer a nuestras naciones más fuertes y mejores; tengo gran interés de trabajar de cerca con usted y construir una gran relación entre nuestras dos naciones
. Una declaración de ese corte no la consiguió ni Luis Videgaray para el desdeñado Enrique de Los Pinos. ¿Cuánto durará el romance binacional y cuáles serán las pruebas de amor político que alguno de ellos pida al otro?
En la misma carta endulzada, que ayer leyó el canciller en proyecto, Marcelo Ebrard, el amoroso Trump muestra una especial urgencia por consumar el trance pendiente, denominado en lenguaje profano como Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El erotismo político busca aplacar sus fuegos internos al urgir a la parte mexicana a una rápida
renegociación del tratado en cuestión. Habrá éxito, advierte el galán otoñal desde su Casa Blanca, sólo si lo podemos hacer rápido
, pues de otra manera tendré que elegir un camino muy distinto al presente
. ¡Oh, no, tan bien que iba el noviazgo: ¿acaso todo ha sido un engaño en busca de un rapidín telecero?! (es decir, relacionado con el TLC, no con las televisoras que cada vez andan más a la baja, ya ven a Televisa buscando la manera de vender su cincuenta por ciento de W Radio).
El pliego de perros amores políticos lleva un triste intento de justificación por si la relación se trunca: “Lo anterior (es decir, tener que ir él por su lado, olvidando tan tiernas promesas de amor institucional en dos pistas), no es de mi preferencia (‘no soy yo, eres tú’, sería la traducción práctica del florilegio de Donald si es que termina haciéndose pato): pero sería más redituable para los Estados Unidos y sus contribuyentes (es decir, a fin de cuentas, la aventura amorosa, en caso de no tener una consumación rápida
, sería hecha a un lado por los compromisos domésticos del pretendiente que, naturalmente, optaría por sus contribuyentes). ¡Oh y más oh!
En estricto sentido, el falso enamorado Trump ni siquiera puede poner plazo a López Obrador para la sublime entrega. Este no tiene aún el poder verdadero, aunque ha asumido un aparente control político de la nación, desplazando al amnistiado Peña Nieto al que el tabasqueño ni siquiera reprocha de forma abierta el tema candente de los 10 mil millones de dólares como restructuración de deuda externa en el tramo final de la actual administración (en todo caso, AMLO solo habla de que el mexiquense deberá explicar cómo va a utilizar la última piñata presupuestal del sexenio). Y, en concreto, el tabasqueño no puede responder con propiedad a los requiebros del rubio multimillonario porque las negociaciones del TLCAN las ha conducido el poder languideciente, el de Peña Nieto, entre desdeño, desplantes y abiertas groserías de la parte estadunidense.
El cortejador gringo desea el ayuntamiento de voluntades del saliente Peña y el entrante López Obrador para que pueda firmarse sin objeciones, callando para siempre, el acta de matrimonio comercial renovado al que llaman TLCAN. La bicéfala parte mexicana ni siquiera ha podido ponerse de acuerdo: el celoso Ildefonso Guajardo, secretario ecónomo de la que hasta ahora había sido la casa grande, ha batallado para aceptar y darle su lugar a los comisionados de la casa chica, la lopezobradorista, que dentro de poco será la grande y la única. Pero el ansioso amartelado angloparlante exige rapidez en la consumación del acto comercial, pues de otra manera tendrá que tomar un camino muy diferente
. No deje de ver el siguiente capítulo de esta telenovela bilingüe.
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