l interés del gobierno estadunidense por reunirse con los futuros titulares del Ejecutivo mexicano, incluso antes de que el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, reciba la constancia oficial de su triunfo en las elecciones del primero de julio, deja patente que desde ahora México se encamina a retomar su importancia en el escenario internacional. Lo anterior se debe a la perspectiva de que arribe al poder federal un equipo preparado para dar vuelta a la página del alineamiento incondicional a los dictados de Washington –una ruinosa política que anuló la presencia de nuestro país en la comunidad global– y constituirse en un actor con voz propia.
La visita de cortesía de funcionarios de alto nivel, incluyendo a Michael Pompeo, secretario de Estado; Steven Mnuchin, secretario del Tesoro; Kirstjen Nielsen, titular del Departamento de Seguridad Nacional, y Jared Kushner, yerno del presidente Trump y asesor de la Casa Blanca, muestra también la inmediata revaluación de México gracias a la inminencia de un gobierno fuerte, plenamente legitimado por la contundencia de su triunfo en las urnas. En efecto, el gobierno entrante no requerirá la anuencia ni la validación de actores externos para afianzarse, indeseable escenario al que se vieron expuestas las dos pasadas administraciones federales debido a las cuestionables condiciones en que se desarrollaron los comicios de 2006 y 2012.
A reserva de lo que ocurra en las semanas por venir, el gesto diplomático de nuestra nación vecina del norte constituye una oportunidad para subsanar un largo historial de atropellos y malentendidos, de manera que sea posible avanzar hacia la construcción de un trato nuevo, basado en el respeto mutuo, la colaboración en los temas de interés común, la reciprocidad y la simetría.
En este proceso no cabe la ingenuidad, pues el inquilino de la Casa Blanca ha demostrado sobradamente su falta de voluntad –o acaso de capacidad– para tratar con respeto incluso a sus aliados más importantes y poderosos, pero hay que tomar la mano tendida y construir a partir de la generosidad, sin concesiones en la irrestricta defensa de la soberanía y los intereses legítimos de la nación.