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Espera a Croacia o Inglaterra

Francia vence a una Bélgica ejemplar y se instala por tercera vez en una final

En un tiro de esquina, Umtiti cabeceó para marcar el único gol del partido

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▲ El portero Hugo Lloris estuvo soberbio para atajar los embates de los belgas.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Miércoles 11 de julio de 2018, p. 2

San Petersburgo

Una clase magistral que no exigía libreta y bolígrafo, sino pinceles y acuarelas para recrear lo que ocurría en la cancha. Un partido de futbol elevado también a duelo cerebral con dos teorías del juego contrapuestas, donde Francia ganó la apuesta para avanzar a una final por tercera vez en su historia y dejar fuera a una Bélgica ejemplar. Y con un solo gol.

Los dos equipos que lucieron letales en el Mundial de Rusia, no lograron hacerse daño con el desarrollo del juego en la semifinal. Sólo un tiro de esquina que Umtiti cabeceó para anotar el único gol del partido. Francia, con una propuesta más ofensiva, tenía la confianza de que alguno de sus atacantes, Griezmann, Giroud o Mbappé, estallarían en cualquier momento. Bélgica, en tanto, como un reloj fino que funcionaba a la perfección en cada una de sus piezas, o como un organismo con Hazard como cerebro y Lukaku como un músculo poderoso, y con la presencia múltiple en la media cancha que cortó el oxígeno que insuflan Kanté y Pogba al ataque galo. Asfixiada, Francia respiraba con dificultad.

Los bleus tardaron toda la primera parte para echar a andar su máquina. Mientras el motor del rival no arrancaba, los diablos rojos lograron trabajar con espíritu de colaboración y lucir más peligrosos que sus vecinos continentales. Mbappé tenía que bajar por los balones que no llegaban; eso sí, cada que tenía la pelota en los botines hacía magia, ya un pase de tacón o centros que parecían trazados a lápiz.

Un hermoso tapiz

Los diablos rojos se veían tan cómodos jugando como si siguieran un patrón bien definido, hilvanando jugadas con toques varios, dibujando un hermoso tapiz en cada intento que parecía abrir el marcador de un momento a otro. Hazard presumió dos de los momentos más sublimes en la primera parte. Un tiro cruzado que hizo exclamar muy a lo francés y un disparo que exigió al central Varane todo su talento defensivo para echar fuera con la cabeza un tiro que iba adentro.

Eso demostró que Francia no sólo estaba construido para hacer daño, porque, por ejemplo, si a Pogba no lo dejaban avanzar como mejor sabe, en respuesta se volvía una sombra para Fellaini. Y si el avance rojo crecía hasta ser una verdadera amenaza para la zaga bleu, ahí estaba el preciso Hugo Lloris, soberbio para salvar a los suyos. Aún deben hormiguearle las manos al portero francés que atajó un bombazo de Alderweireld.

Las explosiones individuales bleus no prosperaban en ese primer lapso. Giroud estaba más extraviado que de costumbre y no llegaba a tiempo para definir los centros artesanales de Mbappé ni Griezmann lograba controlar los nervios para no volar la pelota demasiado apresurado. El duelo de nervios lo estaba ganando el entrenador español Roberto Martínez al frente de los diablos rojos.

Estaba a punto de terminar la primera parte y Francia empezó a espabilarse. Lo hizo como un animal perezoso pero feroz. Fue ganando la pelota y el control de las jugadas. Mbappé crecía y envió un balón perfecto para que Pavard abriera el marcador; casi lo consiguen, pero ahora el arquero belga Thibaut Courtois pudo atajarla con la pierna. Lo mejor que podía hacer Bélgica en ese momento era retrasar la pelota y esperar a que el rugido del motor galo bajara algunas revoluciones.

La segunda parte fue otra historia. Francia llegó por fin al partido. Llegó en la mejor forma conocida. A pesar del orden rojo que no los dejaba evolucionar como querían, una jugada de táctica fija, un córner fue suficiente. Umtiti se adelantó a Fellaini y cabeceó preciso para marcar en un juego en el que hasta ese instante Bélgica había dominado.

Ese golpe logró aturdir a los diablos rojos, que empezaron a mostrar nerviosismo y menos contundencia y precisión. Ahí fue donde aparecieron los momentos esperados de los bleus. Mbappé entregó de tacón un balón que más que remate merecía un aplauso. Giroud, sin embargo, no pudo llegar al regalo que le habían entregado y se perdió el segundo. Francia ya tocaba para ese entonces como una selección que se desplaza con autoridad de campeona.

Giroud parecía afectado por su falta de precisión, por llegar un segundo tarde o unos centímetros atrás de lo exigía el despliegue. Griezmann le entregó otra belleza, entró al área para bajar una pelota con maestría y retrasarla para el punta francés, quien lo mandó de manera lamentable encima de la portería. Estaba claro que jamás llegaría en el momento adecuado.

Francia entonces se quedó a esperar, para cortar los avances rojos y con la confianza de que su locomotora Mbappé respondería al contragolpe. El ritmo bajó entonces. Bélgica empezó a parecer una criatura tímida y con dudas existenciales. A pesar de todo tuvo alguna ocasión del empate, como el disparo que mandó Witsel, pero que Lloris sacó de manera formidable.

Hubo algunos amagos galos, pero lo mejor de la puesta en escena ya había terminado. Un poco de talento de Griezmann y Mbappé, pero estaba definido. Francia está a punto de subir al pedestal de los que han ganado dos copas del mundo. Esperará al vencedor de Inglaterra-Croacia.

Bélgica, con una generación dorada, no pudo entrar a ese parnaso de los que llegan siempre.