En esto creemos y en esto nos va la vida
hazañadel Edomex
Lunes 25 de junio de 2018, p. 5
Toluca, Mex.
Un intenso olor a naftalina anunció al primer orador: César Camacho Quiroz, ex jefe nato
y militante que ha ocupado todos los cargos posibles y va camino al Senado, hizo lo que no pudo José Antonio Meade: emocionar a la respetable asistencia con alusiones al orgullo de ser priísta
y al estado de México como tierra de las hazañas
.
Le dimos fuerte y con todo, y hoy Alfredo del Mazo es gobernador. ¡Estamos enrachados!
, gritó en su oratoria de los años cincuenta.
La sola mención del gobernador mexiquense logró su objetivo: las primeras filas se levantaron al unísono, como movidas por un resorte, y dedicaron al gobernador y primo del Presidente de la República la ovación más sonora, misma que le regatearon a su candidato a la Presidencia. ¡Del Mazo, Del Mazo!
Aquí, en la Plaza de los Mártires, se entendió a plenitud una de las tres recomendaciones que el profesor Carlos Hank González hiciera en su pliego de mortaja
: en el estado de México “la unidad política es completa… y todos acudimos a la orden del gobernador”.
Una semana antes de la elección, el Partido Revolucionario Institucional se atrincheró en su búnker, no en un cierre de su campaña por la presidencia –el propio candidato deslizó que no se trataba de eso–, sino en un acto de sabor local que ni siquiera alcanzó a llenar la plaza frente al templo donde, poco antes de dejar la gubernatura, Enrique Peña Nieto contrajo matrimonio religioso.
El lugar elegido, el acto más que modesto si se piensa en los usos y costumbres del tricolor, así como la ovación a Del Mazo dejaron claro que el PRI está dando vuelta a la página de la elección.
Tenemos, dijo Camacho, 6 mil 459 espacios que defender, que ganar. Se refería, exclusivamente, a las secciones electorales del estado de México. El PRI de Peña Nieto se atrinchera en lo que considera su territorio natural y el ex gobernador lo dijo con todas sus letras: En esto creemos y en eso nos va la vida
.
Los invitados
El centro de la plaza fue ocupado por los invitados especiales. La plana mayor, encabezada por el primer priísta del estado, gobernadores de otros estados, miembros del gabinete, legisladores y dirigentes de sectores.
En la primera fila estaban el veterano Augusto Gómez Villanueva, el ex gobernador Arturo Montiel, la familia del candidato que ya dejó de ser ciudadano (somos un partido que se transforma
, soltó esta vez) y Manlio Fabio Beltrones, uno de los muy pocos que no portaba el chaleco rojo que ahora vestía Meade, sino una chamarra café. ¿Forma es fondo, como decía la sentencia reyesheroliana?
Fuera de la zona VIP, la plaza y las gradas se repartieron entre los contingentes más fieles del tricolor: la federación cetemista de Ciudad de México, la Central Campesina Independiente, las redes del magisterio estatal (no SNTE, ni CNTE) y, en un buen espacio, los seguidores del candidato a la presidencia municipal de Toluca, Fernando Zamora, quien incluso mandó a hacer banderas con su puro nombre.
En su turno, el bateador emergente René Juárez Cisneros, quien tomó la dirección del partido en un momento muy complicado y con ello reivindicó a cada priísta
, según dijo Meade poco después.
La muletilla de temporada (bla, bla, bla… Andrés Manuel) fue el eje del discurso de Juárez, quien desde su llegada a la presidencia del tricolor ha apelado al espíritu de cuerpo de los militantes de su partido: “¡Vamos a consolidar el voto del corazón, del sentido de pertenencia…”, conminó a sus correligionarios.
Crítico de lo que huela a mesías, el guerrerense remató su discurso con esta frase: Que Dios los bendiga, hermanos y hermanas
.
Así dio paso a la intervención de Meade: ¡Vamos a ganar!
, gritó el candidato de voz cascada por la sucesión de eventos. Se dio tiempo para informar al respetable que este lunes cumple 24 años de matrimonio y siguió con una repetición de las ofertas que ha hecho en las semanas recientes.
La pieza oratoria de Meade estuvo muy lejos de los discursos que pronunció en el arranque de la campaña. De hagamos de México una potencia
, pasó a refrendar algunas de sus promesas de beneficios directos: guarderías de tiempo completo con alimentos, becas para las jefas de familia y hospitales al 100 por ciento. Educación y salud al centro
, dijo, retomando la fórmula de Aurelio Nuño en la Secretaría de Educación Pública.
La posibilidad de que el PRI pierda por segunda vez la Presidencia de la República llevó a los memoriosos a recordar el cierre de campaña de la primera derrota. Fue en el Zócalo de Ciudad de México. La maestra de ceremonias fue Carmen Salinas (Cárdenas es puto
, lanzó aquel día la hoy diputada) y el artista invitado, Juan Gabriel (Ni Temo, ni Chente, Labastida será presidente
, cantó el divo de Juárez).
En su repliegue táctico, el cierre fue en la tierra del priísmo químicamente puro. Los animadores fueron dos desconocidos y el artista invitado Pedro Fernández, quien se negó a cantar La de la mochila azul
, pero emocionó a los asistentes mucho más que los oradores, cuando se arrancó con “dichoso aquel que se casa y sigue en la vacilada…”