oña Luz apoya a Andrés Manuel López Obrador. Cree que va a ganar las elecciones. El pasado 3 de junio fue a escucharlo a Tláhuac, la delegación en que vive desde siempre. Se sorprendió del gentío que estaba allí. Nunca había visto tantas personas juntas en su barrio. No se pudo acercar al candidato. Tuvo que permanecer en la orilla del mitin. Aun así se asfixió con la multitud.
Doña Luz, una mujer muy trabajadora y religiosa, cuenta entre risas que un anciano al que Andrés Manuel le dio la mano ese día camino al estrado, dijo que no se la iba a lavar porque el futuro presidente lo había saludado. También platica que no entiende por qué el abanderado de Morena defendió a Rigoberto Salgado, antiguo delegado y hoy candidato a diputado local, al que la gente abucheó en el acto de campaña. No lo queremos, dice.
Sin embargo, a pesar de su abierta simpatía por AMLO, doña Luz no va a poder cruzar la boleta por él. Su cuñada, con mucha ascendencia en la familia y una pequeña pieza de la maquinaria electoral del partido del sol azteca, le pidió su credencial de elector y un comprobante de domicilio, a cambio de un tinaco. Y ella se los dio con la promesa de que se los va a devolver. Ella necesita el tinaco porque de por sí escasea el agua donde vive.
A otras gentes en Tláhuac, los operadores del frente les han ofrecido a cambio de su credencial hornos de microondas. Y el PRI les da 3 mil pesos, contantes y sonantes. López Obrador –dice doña Luz– no ofrece nada, pero le creo.
Si un encuestador le preguntara a doña Luz por quién sufragará, ella le contestaría que por Andrés Manuel López Obrador. De por sí lo proclama a los cuatro vientos. Sin embargo, el próximo primero de julio eso no sucederá. Su voto está ya comprometido por una opción política diferente.
El tinaco que le ofrecieron a la habitante de Tláhuac, o el horno de microondas que le van a dar a su vecina, o los 3 mil pesos que obsequia
el PRI no son la única forma de comprar el voto, ni esa delegación es la única donde sucede. El pasado 7 de junio, en un hecho que parece sacado de una película cómica, un grupo de reclutadores tricolores del voto, a los que se les había dado 2 mil pesos por credencial de elector y 10 mil pesos por cabeza para ellos en las oficinas del partidazo en Buenavista, fueron asaltados cuando regresaban a su casa en el municipio de Nezahualcóyotl a bordo de un autobús.
Como se sabe, la operación mapache para alterar la voluntad popular no se limita tampoco a comprar credenciales de elector o votos. Incluye también el soborno o amenaza a los representantes de casilla el día de las elecciones para que no se presenten a cuidarlas o que acepten actas alteradas.
¿Renunciarán el PRI y sus aliados a estas prácticas el próximo 1º de julio? Obviamente no. Ante su inminente derrumbe, son su única tabla de salvación, en caso de que tengan salvación. Forman parte de su ADN. De hecho, múltiples testimonios en todo el país sugieren que ya las echaron a caminar desde ahora.
Aunque Morena habla de que tiene garantizado cubrir 90 por ciento de las casillas electorales, su estructura territorial en defensa del voto tiene pies de barro. Las pasadas elecciones del estado de México son la mejor prueba de ello. Ciertamente, su alianza electoral con el Partido Encuentro Social, con Elba Esther Gordillo y con Manuel Espino (en buena parte una compra
de estructuras electorales) puede mitigar esta debilidad. Pero, sólo parcialmente. Hay mucho bluf de por medio. El pacto electoral del año pasado con el gordillismo en apoyo a la maestra Delfina Gómez resultó un fracaso.
Cada vez está más claro que el crimen organizado juega en estas elecciones. Los 140 políticos asesinados en esta contienda son muestra de ello. También lo son los enormes ríos de dinero sucio que irrigan las campañas en muchas regiones y que han puesto a circular billetes de mil pesos. El narcotráfico ha capturado amplias franjas de la administración pública y de los aparatos de seguridad en buen número de estados del país. Emplea unas 450 mil personas. Su control de amplios sectores de la población, de recursos, territorios, armas, transportes e infraestructura, les permite influir en los resultados electorales.
En la instrumentación de unas elecciones de Estado son claves los gobernadores. La operación de algunos de ellos en los comicios de 2006 el mismo día de las elecciones fue clave en el triunfo de Felipe Calderón. Serán muy importantes este primero de julio.
¿Cuántas doña Luz participarán en estos comicios? ¿Cuántos simpatizantes abiertos de López Obrador habrán entregado su credencial de elector a cambio de bienes que les ofrecen políticos de otros partidos? ¿Qué tanto podrán modificar las tendencias de las que hoy dan cuenta la mayoría de las encuestas? ¿De verdad este arroz ya se coció?
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