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México: lo importante y lo secundario
E

l fracaso en la obtención de las firmas necesarias para figurar como candidata a Presidente elimina al anticapitalismo y a Marichuy de la campaña electoral, pero no de la vida política y social y favorece al candidato de Morena, que podría obtener unos miles de votos más de quienes todavía creen que la lucha en las instituciones del Estado capitalista es la única posible.

Andrés Manuel López Obrador, con su pragmatismo, ha logrado convencer a una parte importante de la burguesía nacional y del establishment de que es un conservador, un hombre de orden, un freno indispensable para los estallidos sociales que la ofensiva del capital financiero internacional está preparando y provocando.

El aterrizaje en paracaídas en la dirección de Morena de varios de los grandes servidores de la oligarquía gobernante prueba ese apoyo de una fracción capitalista. Esa gente, como siempre, va a donde huele que puede sacar ventaja y ahora invierte en Morena para después cobrar grandes dividendos en puestos importantes y en poder.

El programa conservador de Morena, las violinadas sobre la unión nacional y el amor, la alianza electoral con el PES, los candidatos elegidos a dedo, el decisionismo verticalista de AMLO, han modificado su imagen entre los grandes burgueses y en los llamados poderes de facto (léase trasnacionales y altos mandos militares nacionales o estadunidenses). Ellos ya no lo ven más como un sapo de otro pozo, un advenedizo plebeyo, un imprevisible movilizador con su entorno de intelectuales, según los cuales hay que apoyar a los burgueses democráticos y nacionales para construir una democracia avanzada y entonces, mucho después, en el Año Verde, comenzar a encarar medidas socialistas. Ahora ven a AMLO como un hombre bien vestido, lleno de amor, que les da garantías ofreciendo amnistía a los peores delincuentes y asesinos, lo ven como un político como los que están acostumbrados a tratar, dispuesto a todo lo que le pidan y respaldado y estimulado por su nuevo Estado Mayor de priístas, panistas y perredistas que acaban de desembarcar en Morena.

Como todavía no hay grandes movilizaciones sociales, pero éstas aparecen, sin embargo, como una amenaza, AMLO les parece una garantía,un contrafuego que podría salvar del incendio a la oligarquía. Queda aún por ver qué piensan el Pentágono, que analiza desde un punto de vista mundial, y sus agentes locales cebados por la larga militarización del país y por la represión, y muchos de cuyos cuadros han sido corrompidos por el narcotráfico.

La mayoría de quienes decidieron votar por AMLO son conservadores, pero no proimperialistas y esperan que su voto les salve de caer de Guatemala en Guatepeor y les permita conservar algo de los derechos, conquistas e ingresos que la oligarquía está eliminando.

López Obrador, si quiere gobernar, debe ser aceptado por el gran capital, pero sus bases sociales esperan, en cambio, que gobierne para ellas y no para aquél. La desilusión de sus seguidores, por consiguiente, podría ser rápida, sobre todo en esta situación internacional tan marcada por las imposiciones de Donald Trump sobre el TLCAN y por la guerra comercial que Estados Unidos desató con su proteccionismo, porque México baila al ritmo de la música que tocan en los países imperialistas.

En este momento tan grave de la historia humana las fuerzas anticapitalistas son desgraciadamente diminutas, como lo prueban las elecciones en Francia y en Italia o la recolección de apenas un poco más de 200 mil firmas para Marichuy (la mitad de las cuales de gente que no la votaría, pero que firmó democráticamente para que pudiera ser candidata) así como la extrema debilidad de las organizaciones clasistas en México y en el mundo. También en esto –en lo que respecta a la organización independiente de los trabajadores y en la falta de conciencia de clase de la gran mayoría de éstos– nos han llevado al siglo XIX. Pero esta situación no es eterna porque la historia muestra que, en condiciones extremas, los trabajadores se radicalizan, las mayorías conservadoras se disuelven y la minoría revolucionaria crece si actúa audazmente y comprende el proceso.

Algunos deducen de esta falta de conciencia anticapitalista de la mayoría de los trabajadores y del desprestigio del concepto mismo de socialismo que la lucha por un cambio de sistema es utópica y, en consecuencia, que sólo queda la vía electoral, o sea, votar a AMLO y rezar para que cumpla abandonando la lucha.

Por el contrario, los anticapitalistas deben sumar nuevas fuerzas y unificar para la acción conjunta las fuerzas de las organizaciones anticapitalistas hoy dispersas. Actuar unidos, todos juntos, no quiere decir que nadie deba abandonar su visión política y sus reivindicaciones particulares, sino que es necesario buscar coincidencias y combatir por las posiciones comunes creando al mismo tiempo un ambiente mejor para la discusión de las diferencias. Es indispensable también elevar el contenido de la propaganda incorporando los problemas reales de los trabajadores, porque en la lucha ellos se radicalizarán y construirán un nuevo nivel de conciencia.

Independientemente de las elecciones, es necesario exigir un aumento general de salarios y jubilaciones, asistencia social generalizada, viviendas y educación de calidad. Es indispensable defender el agua de la privatización que se prepara, así como los recursos naturales y ambientales, exigir la eliminación de los aumentos a la energía eléctrica y los combustibles, el castigo a los corruptos y asesinos y un plan de sostén para los campesinos para marchar hacia la independencia alimentaria.

Mediante la autorganización de colonias y comunidades, la autogestión y la lucha por planes locales de creación de trabajo y de reconstrucción económica discutidos y decididos en asambleas, es necesario construir comités unitarios locales y regionales. Votar o no es lo de menos. Lo fundamental es organizarse ahora y para después del voto.