El ex entrenador Chucho Cuate murió esta mañana a los 96 años en Xochiapan, Morelos. El éxito de peleadores memorables como Ricardo Pajarito Moreno y Rafael Herrera fue parte de su legado.

Hace 10 años visitó por última vez un gimnasio como entrenador profesional, decía que había perdido ímpetu, mas no el amor por un deporte con el que contribuyó a formar algunas leyendas del boxeo mexicano. Casi hasta el final de sus días, siguió de forma esporádica a los jóvenes que acudían a su casa a entrenar con su sobrino Alfredo Espejel.

Con él se va parte de una época, la del boxeo rodeado de romanticismo, lamenta Rafael Herrera; eran entrenadores que antes de enseñarnos a caminar en la lona nos inculcaban el respeto, al boxeo, al rival, al público, a todo.

Herrera fue uno de los campeones que hizo toda su carrera con la enseñanza de Cuate. La nostalgia y el agradecimiento es lo primero que suscita en el ex peleador la muerte de su viejo maestro. Se lleva un fragmento de recuerdos, de una época en la que el boxeo era el medio para salir adelante y donde nos reuníamos con emoción cada sábado para ver las funciones.

El presidente del CMB, Mauricio Sulaimán, cuenta que la última vez que hablaron, a manera de despedida, lo hicieron en el mismo idioma. Coincidimos en que hacían falta más entrenadores, porque estos fueron los que construyeron el prestigio que aún tiene el boxeo mexicano; recuerda Sulaimán; deja un vacío enorme, ese que queda cuando nos dejan los grandes personajes.

Cuenta su sobrino –Alfredo Espejel– que casi hasta el final de sus días, Chucho salía a ver cómo entrenaban en su casa los jóvenes y los corregía y aconsejaba. Dejó de se entrenador profesional, pero seguía amando el boxeo.