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Tuve que decidir entre la del rastro o la del cuadrilátero, dice José Chepo Reynoso

Un día cerré mi carnicería para seguir la aventura del boxeo

El hombre detrás del Canelo Álvarez señala que a veces hay nostalgia por el negocio con el que mantuvo 32 años a su familia

Enfático, afirma que el crédito es de quienes reciben los golpes

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Chepo Reynoso, desde la penumbra de una esquina, moldea el éxito de jóvenes boxeadoresFoto Jam Media
 
Periódico La Jornada
Domingo 31 de diciembre de 2017, p. 9

Después de pensarlo demasiado, de darle vueltas y vueltas a una idea atrevida, José Chepo Reynoso bajó la cortina de la carnicería Mi Lupita, en Guadalajara. El negocio de la carne le permitió mantener a su familia por 32 años; así sacó adelante a sus hijos y formó su primer patrimonio. Fue difícil, porque no sólo era el sustento, sino un oficio al que le tenía respeto, cariño genuino, era el mismo al que se dedicó su padre. Pero también le latía adentro un gusto incontenible, uno que cada vez exigía más atención: el boxeo; la enseñanza de esa disciplina sufrida y demandante.

Primero vendió el molino de carne, después la sierra con la que segmentaba huesos y perniles. Así, hasta que se lanzó a una aventura en la que encontró a su primer campeón del mundo, Óscar Chololo Larios y después la joya de la corona, Saúl Canelo Álvarez.

En algún momento tuve que decidir entre la carnicería del rastro o la carnicería del cuadrilátero, recuerda Chepo; hay algunas similitudes por lo sangriento que puede ser el boxeo, pero ya hablando en serio, no me gusta ver sangre en el cuadrilátero.

Aún siente nostalgia de los años de tablajero. Piensa en símiles. En un escritor que de pronto no puede escribir o en un cantante –otra de las aficiones del entrenador– que debe dejar la música. Así quería a su oficio.

No me arrepiento

Fue una aventura, porque el boxeo es eso, medita Chepo; “en esa decisión encontré a Chololo Larios, que fue quien me cambió la vida. No me arrepiento”.

Si Chololo le cambió la vida de un modo tan radical como para tomar una decisión drástica y dejar el negocio familiar, la apuesta por Canelo Álvarez fue a largo plazo. Aquel niño pecoso y de pelo anaranjado que vendía paletas fue otra de las aventuras impredecibles del Chepo.

Un entrenador siempre observa desde la penumbra de una esquina. En una suerte de anonimato, puede ser el artesano que moldea jóvenes, el responsable del éxito de un campeón; aunque Chepo recuerda que quien recibe el castigo son los boxeadores y sólo ellos deben llevarse el crédito. De esa forma ha visto cada avance en la carrera del Canelo, cada reto que ha debido sortear.

No olvida la primera pelea profesional del adolescente Álvarez en 2005. Tenía 15 años y noqueó a Abraham González en la Arena Chololo Larios, en Tonalá Jalisco, en el cuarto episodio. El sueldo por aquel debut fue de 800 pesos, 400 de los cuales se le abonaron con boletos que debía vender el propio peleador.

Después llegó la fiesta de los millones de dólares, la excentricidad que da la abundancia inesperada y el vértigo de la fama. En el más reciente combate del pelirrojo ante Genady Golovkin se calcula ganó al menos 25 millones de dólares. De boxeo, Canelo ha saltado a las páginas de espectáculos y, por añadidura, a la invasión de su privacidad.

Es el precio de la fama, dice con tranquilidad Chepo; “Canelo ha tenido que aprender a vivir con un nuevo estilo de vida, no ceder a las críticas y a pagar el precio de la fama, a ser perseguido por cámaras y aficionados hasta cuando se divierte”.

En las páginas de paparazzis y chismes de farándula, Canelo fue cebo para las críticas hace un mes. En una noche en Ciudad de México, en las vacaciones del peleador, relataban que había gastado 135 mil pesos en una cuenta y que había invitado una botella de champaña a cada mesa de los comensales.

Yo no regalo botellas de champaña

Ahora es más maduro y sabe enfrentar esta nueva realidad de asedio, cuenta Chepo; algunos no saben distinguir que hay momentos, que cuando estás en preparación estás concentrado sin distracciones en la disciplina; ahora está de vacaciones, publica fotos en Europa, como haría cualquier joven que sale de viaje, y todo eso lo consiguió con su trabajo honesto, está en su derecho.

Reynoso describe al Canelo como un joven que ha madurado rápido, pero que no deja de hacer cosas propias de alguien que tiene 27 años. Hoy faltan detalles para llegar a lo que planeó para el futuro de un niño pecoso que debutó por 800 pesos.

Yo no regaló botellas de champaña, cuenta divertido; pero la semana pasada hice una posada en mi barrio de toda la vida, hicimos carne para la gente. Un regalo, imagínese, yo que fui carnicero.